Programa completo de La Voz de César Vidal publicado el viernes 25 de junio de 2020.
Uno de los muchos aportes extraordinarios de la Reforma fue el de devolver la alabanza de Dios al pueblo. Durante siglos – y a diferencia de lo que había sucedido en el Antiguo Israel y entre los primeros cristianos – la música fue hurtada a la congregación y depositada en las manos y las voces de los monjes y clérigos. Artísticamente, semejante paso pudo ser más o menos afortunado, pero no cabe la menor duda de que contribuyó como tantos otros a alejar a la inmensa mayoría de la gente del culto divino. Los ritos eran en latín, lengua hermosa, pero que no entendía nadie salvo clérigos y alguna persona excepcional que dispusiera de algo de educación; la Biblia no era accesible a un pueblo analfabeto y, para remate, incluso la música era cosa de unos pocos. La Reforma devolvió la Biblia al pueblo al que, de paso, alfabetizó para que pudiera leerla; estableció cultos en lengua vernácula para que se entendiera la predicación del Evangelio y, de manera extraordinariamente importante, depositó en manos de todo el pueblo la música. Igor Stravinsky llegó a afirmar que con el coral protestante la música clásica tocó techo. La afirmación se puede aceptar o rechazar, pero lo que es indiscutible es que aquellos corales fueron la base del desarrollo musical posterior que pasó por figuras típicamente protestantes como Bach o Haendel y que, sobre todo, la alabanza cantada dejó de ser patrimonio exclusivo de monjes o canónigos para ser entonada por todo el pueblo precisamente como lo marca la Biblia. Durante siglos, Biblia, predicación, cantos habían estado secuestrados en lo que al pueblo se refiere. La Reforma libertó todos estos aspectos en beneficio de todos.
El 8 de sawwal (24 de marzo), Mahoma y sus derrotados hombres regresaron a la Meca. Como era de esperar, tanto los judíos como los denominados hipócritas pretendieron sacar provecho de la dramática situación[2]. A su juicio, resultaba más que obvio que, lejos de velar por los intereses de los habitantes de Yatrib, Mahoma estaba comprometiéndolos por pura ambición personal. Se trataba de una situación harto delicada, pero Mahoma no estaba dispuesto a dejarse arredrar. Cuando aún no había superado el efecto de las heridas, acudió a la mezquita donde previamente Ibn Ubayy había sido injuriado, golpeado y expulsado. Mahoma, como si nada hubiera sucedido, rezó la oración de la aurora, reunió a los hombres que pudo y se lanzó en persecución de los coraishíes. No es fácil determinar si pretendía dar con ellos realmente o tan sólo comunicar una sensación de fuerza. Ciertamente, no los encontró, pero se instaló en Hamra al-asad, a seis millas de Yatrib, y ordenó que en las noches siguientes se encendieran quinientos fuegos para proclamar su victoria. En términos reales, la batalla militar había concluido con una grave derrota, pero la propagandística la iba a ganar de manera indiscutible. De hecho, no pasó mucho tiempo antes de que llegaran distintos enviados de diversas tribus árabes manifestando su disposición a abrazar la predicación de Mahoma.
Con Sagrario Fernández-Prieto.
Las noticias económicas del día con César Vidal y Lorenzo Ramírez.
Las noticias del día con César Vidal y María Jesús Alfaya.
El editorial de César Vidal.
Programa completo de La Voz de César Vidal publicado el jueves 25 de junio de 2020.
Risas y lágrimas se juntaron cuando los judíos abandonaron los reinos. Risas de muchos que pensaban que con ellos se iban su opresión y su pesar, y también de otros que veían ahora vacíos los puestos que ambicionaban; lágrimas de los que tenían que abandonar la tierra en la que llevaban viviendo siglos y se sentían tentados a dar cualquier paso con tal de permanecer en ella. Algunos optaron por dejarse bautizar en el seno de la iglesia católica como sucedió en Málaga donde setecientos recién bautizados y así recibieron devueltas sin merma sus casas y haciendas.
Por Pilar Muñoz.