En relación con los otros escritos de Pablo, hay que señalar que los datos que nos proporcionan resultan ya considerablemente alejados del objeto de nuestro estudio relacionada con los judeo-cristianos en la Historia de Israel, sin negar por ello su importancia para la investigación relativa al cristianismo primitivo. De manera resumida podemos indicar en relación con los textos atribuidos a Pablo que:
— Las dos cartas a los Tesalonicenses[1] son paulinas. Se ha objetado, quizá con más voluntarismo que base, la existencia de interpolaciones en estos documentos, pero no parece que tal postura sea de recibo. Aunque pudieran encontrarse en estas cartas paralelos problemas que se producían en el judeo-cristianismo ubicado en Israel, no obstante, es indiscutible que su ocasión, destinatarios y localización son ajenos a aquél.
— Las dos cartas a los Corintios[1] se escribieron, seguramente, en una fecha cercana a la redacción de las dirigidas a los Tesalonicenses, puesto que señalan el enfrentamiento de Pablo con las comunidades judías (1 Tes. 2, 15; 2 Tes. 3, 1 y ss.) y Corinto no fue una excepción a esa tónica de enfrentamiento (Hch. 18, 13). Pablo visitó tres veces Corinto (cuando se fundó la iglesia, la visita dolorosa y la visita posterior a 2 Corintios) y escribió cuatro cartas (la anterior a nuestra I, la I, la carta severa y la II). La fecha de redacción de las cartas resulta relativamente fácil de fijar. Por Hch. 18, 12 sabemos que Galión era procónsul de Acaya cuando Pablo estaba en Corinto. Ahora bien, una inscripción de Delfos señala como fecha de la toma de posesión de Galión los inicios del verano del año 51.[1] Pablo dejó Corinto algo después de la llegada de Galión (Hch. 18, 18), lo que nos permite fijar las cartas a mediados de la década de los 50 del siglo I, y, afinando algo más, hacia el 55-56 d. J.C.
Prescindiendo de la identificación de los documentos que han llegado a nosotros como dos o más cartas, lo cierto es que las epístolas dirigidas a los Corintios (y en especial, la primera) nos aportan algunos datos de interés sobre el judeo- cristianismo en Israel. En primer lugar, los documentos nos permiten discernir, al menos en parte, la dependencia que sentían las iglesias hacia su fundador y, como ésta podía ser cuestionada si no procedía directamente de la comunidad de Jerusalén. Posiblemente, en ningún lugar como en Corinto se llegó a poner en tela de juicio la autoridad paulina. Las diversas comunidades llevaban una existencia considerablemente autónoma, pero no cabe ninguna duda de que miraban a Jerusalén como punto de referencia doctrinal. En segundo lugar, asistimos en estos documentos a una descripción de primera mano acerca de las complicaciones pastorales típicas en iglesias mayoritariamente gentiles y diferentes del judeo-cristianismo asentado en Israel. Finalmente, podemos comprobar las vinculaciones de otro tipo existentes entre el judeo-cristianismo ubicado en Israel y el paulinismo.
— La carta a los Hebreos[1] no es paulina y, por otra parte, sus destinatarios son, en nuestra opinión, judíos que viven fuera de Israel y, más concretamente, en la Roma anterior a la persecución de Nerón. Sólo indirectamente algunos de sus puntos de vista pueden reflejar resonancias de la teología judeo-cristiana asentada en Israel.
— Romanos[1] es un libro indiscutiblemente paulino y, al igual que Gálatas, resulta habitual utilizar este documento como baremo de paulinismo, pero sus referencias nos parecen distanciadas del judeo-cristianismo de Israel, aunque sean claras, igual que en la carta a los Hebreos, las conexiones con el judeo- cristianismo romano.
— Colosenses[1] es un texto paulino y recoge el combate del apóstol contra una forma dé gnosis de origen presumiblemente judío, pero, con todo, la ubicación del problema, así como los que intervinieron en el mismo, nos parecen ajenos también a nuestro tema de interés.
— En Efesios y las Pastorales,[1]también paulinas a nuestro juicio, se tocan igualmente temas relacionados con la Torah, Israel y la Iglesia universal, pero de nuevo existe una lejanía de nuestro objeto de estudio.
— Finalmente, Filipenses[1] pudiera contener reminiscencias de la teología judeo-cristiana de Israel, más concretamente, en el canto cristológico del capítulo segundo.
CONTINUARÁ