En cuanto a Marcos 32 suele ser un evangelio al que, convencionalmente, se ubica como el primero y escrito en algún momento de la década de los sesenta. El argumento fundamental – y más que débil – para considerarlo el primero es que se trata del más breve.
Marcos, muy posiblemente, recoge la predicación petrina, una circunstancia que traté de manera novelada en mi libro El testamento del pescador. Se trata de un evangelio dirigido fundamentalmente a los gentiles – lo que descarta que fuera el primero - y, casi con toda seguridad, se forjó en un medio gentil que pudo ser Roma o, menos probablemente, Alejandría. Como ya indicamos, se suele admitir de manera poco menos que unánime que fue escrito con casi absoluta certeza antes del año 70 d. C.
¿Qué sucede con Mateo? La datación, a mi juicio, debe ubicarse en los años 40-50. El papiro Thiede que contiene un fragmento de esta obra paleográficamente debe datarse en los años 40 – quizá incluso antes – y resulta muy posible que fuera uno de los materiales que usara Lucas para escribir su evangelio. Los primeros cristianos estaban convencidos de manera mayoritaria de que había sido el primer evangelio y no resulta nada imposible. Va dirigido a los judíos – algo lógico en un texto muy antiguo – desarrolla los episodios con mucha más brevedad que Marcos o Lucas – lo que es bien significativo – y, muy posiblemente, pudo ser el primer texto completo precedido o no por alguna colección de dichos de Jesús como sostenían algunos de los primeros autores cristianos.
De lo señalado, pese a lo sucinto de la exposición, deberíamos desprender que la redacción de los Evangelios que aparecen en el Nuevo Testamento tendríamos que situarla con anterioridad al 70 d. C. No solo su propia evidencia interna obliga a pensar en esa posibilidad, sino que el único argumento existente para datarlos con posterioridad a la destrucción del Templo (la profecía sobre la misma pronunciada por Jesús, interpretada como vaticinium ex eventu) no sólo carece de la consistencia que aparenta tener, sino que además ese mismo anuncio ya aparecería en la fuente Q –si es que existió - redactada, con toda seguridad, antes del 70 d. C. Se trata, por lo tanto, de fuentes muy antiguas, muy cercanas a los hechos relatados en ellas y derivados de testigos oculares. En su estudio concreto, entraremos ya la semana que viene.
CONTINUARÁ
31 J. L. Martyn, The Gospel of John in Christian History, Nueva York, 1979
(una primera fase redaccional por judeocristianos palestinos entre antes del 66 d. C. y los años ochenta; un periodo medio a finales de los ochenta, y un periodo final posterior a los ochenta); M. E. Boismard, L’Évangile de Jean, París, 1977 (una primera redacción en el cincuenta, quizá por Juan, el hijo de Zebedeo; una segunda en el 60-65, por un judeocristiano de Palestina, quizá Juan el Presbítero, al que se refiere Papías; una tercera redacción en torno al 90 d. C., por un judeocristiano palestino emigrado a Éfeso; redacción definitiva en Éfeso por un miembro de la escuela joánica, a inicios del siglo II); W. Langbrandtner, Weltferner Gott oder Gott der Liebe. Die Ketzerstreit in der johanneischen Kirche, Fráncfort, 1977 (redacción inicial no antes del 80 d. C., en el seno de una comunidad que no es anterior al 66 d. C. La redacción final se situaría hacia el 100 d. C.); R. E. Brown, The Community of the Beloved Disciple, Nueva York, 1979, Cuadros de síntesis (la comunidad joánica se origina en Palestina a mediados de los cincuenta y desarrolla una «cristología alta» de pre-existencia del Hijo que lleva a conflictos con otros judíos. Este periodo concluirá a finales de los años ochenta, redactándose el Evangelio hacia el año 90 d. C.).
32 Sobre este Evangelio, con bibliografía y discusión de las diversas posturas, véanse: V. Taylor, The Gospel of Mark, Nueva York, 1966; H. Anderson, The Gospel of Mark, 1981; E. Best, Mark: The Gospel as Story, Filadelfia, 1983; L. Hurtado, Mark, Peabody, 1983; M. Hengel, Studies in the Gospel of Mark, Minneápolis, 1985; D. Lahrmann, Das Markusevangelium, Tubinga, 1987; R. A. Guelich, Mark 1-8: 26, Waco, 1989; J. D. Kingsbury, Conflict in Mark, Minneápolis, 1989.