Obligado a firmar una retractación para evitar males mayores, por lo bajo había afirmado, sin embargo, que la tierra se movía. El episodio resultaría una anécdota de no ser porque todavía hay gente empeñada en sostener que las tesis de Galileo estaban equivocadas. Acaba de caer en mis manos un libro cuyos autores – ambos profesores, uno en una universidad española – sostienen que es todo el universo el que gira alrededor de la tierra. Por si fuera poco, los dos autores añaden la ofensiva advertencia de que el libro va dirigido a los católicos que conocen las ciencias. Subrayo lo de ofensiva porque o hay que deducir que semejante tesis – que presentan como irrefutable – sólo puede ser entendida por católicos que además tienen conexión con el mundo de la ciencia – un budista o un anglicano no alcanzarían semejante nivel – o porque hay que llegar a la conclusión de que sólo un católico puede ser tan crédulo como para regresar en términos científicos a la Edad Media encantado de la vida. Que alguien defienda una tesis semejante y además pueda enseñar en la universidad y, por añadidura, encuentre quien lo respalde constituye una muestra irrefutable de que al que cree contra la razón no habrá razón que lo lleve a dejar de creer. No falta quien se sorprende de que pueda haber personas que encuentran natural volarse por los aires, que consideran recomendable degollar al prójimo y grabarlo en video o que siguen defendiendo las bondades de un régimen como el comunismo que, el pasado siglo, arrancó la vida a un centenar de millones de seres humanos. La verdad es que no debería hacerlo. En millones de seres humanos, existe algo - ¿un gen? ¿un subproducto de la educación? ¿una predisposición al dogmatismo más delirante? – que los lleva a creer cualquier absurdo desafiando incluso el sentido del ridículo. Así, lo mismo te pueden contar que han mantenido relaciones con un extraterrestre y que su hijo Manolín nació del ayuntamiento carnal con un alienígena; que los vascos son una raza superior porque tienen un RH que muestran millones de terrícolas nacidos en otra parte del globo o que el sol gira alrededor de la tierra. Partiendo de ese sustrato psicológico, ¿a quién sorprende la existencia de Podemos?