Viernes, 29 de Marzo de 2024

El Empecinado, el guerrillero liberal

Jueves, 30 de Abril de 2015

Si las figuras del Antiguo Régimen tardaron en reaccionar frente a la invasión francesa, el pueblo se movilizó de forma inmediata. El primero fue el alcalde de Móstoles y a él le siguieron como reguero de pólvora gentes de todas las regiones españolas.

​Combatían por el regreso del rey legítimo Fernando VII, por la defensa de la iglesia católica cuyos templos eran profanados y, sobre todo, por la expulsión de unos invasores brutales. El ejército español no podía competir con el napoleónico, pero el pueblo se agrupó en partidas que llevaron a cabo la guerrilla, es decir, la guerra pequeña aunque no por pequeña menos dañina. De entre los jefes de la resistencia ninguno destacó tanto como Juan Martín Díez, apodado el Empecinado, por la cercanía de un arroyo de pecina a su pueblo natal, Castrillo de Duero. El Empecinado se lanzó a la lucha tras dar muerte a un soldado francés que había violado a una muchacha. Su partida, inicialmente formada por parientes, no sólo acosó a los franceses en Burgos, Guadalajara o Madrid sino que incluso llegó a participar en batallas en campo abierto. El general Hugo – padre del escritor Victor Hugo, a la sazón estudiante de las Escuelas Pías de San Antón - intentó reducirlo secuestrando a su madre, pero El Empecinado amenazó con fusilar a cien soldados franceses en represalia y Hugo puso en libertad a la anciana. En 1811, tenía a sus órdenes seis mil hombres; en 1813, participó decisivamente en la defensa de Alcalá de Henares; en 1814, era mariscal de campo. Al regresar Fernando VII, fue desterrado a Valladolid por su condición de liberal. Regresó a la vida pública tras el pronunciamiento de Riego de 1820. Nombrado gobernador militar de Zamora y capitán general, Fernando VII intentó comprarlo ofreciéndole un título nobiliario. El Empecinado respondió señalando que si el rey no quería la constitución no debía haberla jurado porque era una infamia faltar a los juramentos. Tras la restauración del absolutismo en 1823, se exilió a Portugal aunque regresó en 1824 acogiéndose a un indulto. Pero el rey había decidido su muerte y El Empecinado fue detenido con algunos de sus seguidores y llevado a Nava de Roa. En 1825, fue condenado en un simulacro de juicio a morir en la horca. Se resistió cuando lo llevaban al cadalso, pero fue reducido por los esbirros regios. Así se dio muerte al mayor héroe de la guerra de la independencia.

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