Miembro de familia de terratenientes, escasamente trabajador, diletante pijo, mujeriego empedernido, practicante del espiritismo y defensor de terroristas, Companys llegó al nacionalismo catalán casi de rebote. Presidente de Cataluña, en octubre de 1934 acaudilló el golpe de estado de nacionalistas catalanes y socialistas contra el gobierno legítimo de la República, una aventura delirante que se saldó sólo en Cataluña con un centenar de muertos. El Frente popular convirtió en bandera de las elecciones de febrero de 1936 la amnistía de los golpistas y cuando, gracias a un escandaloso pucherazo, llegó al poder, Companys fue puesto en libertad regresando a la presidencia de Cataluña. Como tantos cobardes, Companys no dudó en usar la violencia que temió en otros. En julio de 1936, al producirse el alzamiento, Companys no encarceló a los sublevados sino que fusiló a 199 militares en Barcelona. Bajo su presidencia, fueron fusiladas 8.826 personas en Cataluña: 1.665 en Tarragona, 1.022 en Lérida, 5.682 en Barcelona y 457 en Gerona. Superó en sangre a Franco que en casi cuarenta años fusiló en Cataluña a 4.574, de las cuales 2.536 lo fueron en Barcelona, 566 en Gerona, 908 en Tarragona y 574 en Lérida. Entre los fusilados bajo Companys hubo, por ejemplo, noventa miembros de su partido, varias mujeres embarazadas y en torno al treinta por ciento del clero de Cataluña, algo que celebró con chistecitos macabros. También de manera sistemática, bajo la presidencia de Companys se practicó la detención y la tortura en horribles checas así como la destrucción de unos siete mil edificios religiosos. Con ese elenco de crímenes de guerra, no sorprende que fuera universalmente aborrecido por la gente del Frente popular, fueran nacionalistas catalanes o no. Encontraban insoportables su cobardía, su debilidad, sus depresiones, su incompetencia y su criminal derramamiento de sangre. Como ha reconocido en una más que notable biografía Enric Vila, a Companys lo salvó para la posteridad el ser condenado y ejecutado por decisión de la administración de justicia de Franco. Así lo lamentaron explícitamente no pocos republicanos que consideraron que era insoportable tener que hablar bien de un ser odioso sólo porque había sido fusilado por los vencedores. Desde luego, muy escaso de referencias tiene que estar un movimiento que canoniza a un sujeto tan miserable como Companys.