Sí, ya sé que hay millones engañados sobre ese episodio trascendental en el devenir de la vieja piel de toro. Al engaño han contribuido lo mismo textos de ficción – nunca mejor dicho – nacidos de dipsómanos o estudios lamentables. Sin embargo, la biografía de Prim tiene un antes y un después gracias a los estudios rigurosos de Pérez Abellán. Pues bien, su último libro supera lo escrito hasta la fecha. en El vicio español del magnicidio, Pérez Abellán sostiene la tesis de que los asesinatos presidenciales de Prim a Carrero Blanco no tuvieron nada que ver con las versiones oficiales. Los asesinos solitarios, los supuestos anarquistas, los fallos en el sistema de seguridad, los culpables proclamados – a veces, autoproclamados – carecieron, generalmente, de la más mínima relación con la verdad. Las manos que tiraron de gatillo o de bomba podían parecer extraídas de los estratos más bajos de la sociedad, pero la realidad es que no pocas veces fueron mercenarios o tontos útiles al servicio de poderes superiores. En unas ocasiones, la finalidad era ayudar a descuartizar más el territorio bajo soberanía española; en otras, marcar el rumbo de la Historia patria más allá de la voluntad – no digamos ya de los intereses – del sufrido pueblo. En la mayoría de las ocasiones, los magnicidios se vieron coronados por el éxito, ocultados por los políticos y por el aparato del estado y mentidos en los libros de textos y las distintas novelas. Precisamente por todo esto, el libro de Pérez Abellán constituye un revulsivo contra la Historia oficial y las patrañas de siglos y en favor de la verdad por encima de todo. La reciente trayectoria de España ha dejado sin aclarar no pocos crímenes. Por citar sólo unos cuantos, la tercera parte de los perpetrados por ETA, los atentados del 11-M e incluso algunos de los que se han dado por oficialmente resueltos. Tengo la esperanza de que algún día, historiadores rigurosos los investigarán y, si son como Pérez Abellán, la verdad se abrirá paso aunque hayan pasado siglos.