Apareció entre ellos mi hermano llevando un single de The Gambler; una novia americana que me regaló dos LPs en navidades de los que uno se titulaba Kenny; otra novia de Valencia que removió cielo y tierra para encontrarme los discos en los que Rogers cantaba con Dottie West. Era una chica excelente y tuvo la suerte de casarse con alguien mejor que yo aunque se despidiera llorando cuando rompimos. Con Rogers me fueron apareciendo canciones y besos, abrazos e ilusiones, ternura y pasión. Hasta recordé su imagen en algunas de las películas que protagonizó y que se basaban, más o menos cercanamente, en canciones suyas como Coward of the County (El cobar del condado). Fueron otros tiempos en que creíamos con entusiasmo en un sistema político del que ahora tenemos más que fundadas dudas; en que pasábamos de la universidad a la vida laboral pensando que teníamos una vida por delante; en que resultaba verosímil encontrar el amor para toda la vida que luego nunca hizo acto de presencia. Porque, junto con las novias, recordé amigas y compañeros de clase y las largas horas de estudio o de preparar demandas. Porque, al repasar las fotos de Kenny Rogers, y ver cómo fue envejeciendo de manera cruel en los últimos tiempos, resultó inevitable contemplar cómo ya tampoco aparezco igual en las imágenes que se han ido sucediendo con el paso de los años, through the years que diría Rogers en una de sus baladas más hermosas. Bien pensado, tiene lógica que haya desaparecido en medio de la epidemia de coronavirus, precisamente, cuando, guste o no, parece obvio que muchas situaciones y existencias van a cambiar, que atrás quedarán personas queridas y que nuestra vida no volverá a ser la misma aunque algunos estén aprovechando para subirse el sueldo o para indultar golpistas. Quizá es que The Long Arm of the Law (El largo brazo de la ley) existía en las canciones de Rogers, pero no en España y que las mujeres que decoran las vidas aparecían en sus baladas, pero nunca convocando a aquelarres feministas a pesar del coronavirus. Descanse en paz él que superó cinco matrimonios mientras la gente de a pie en España se conformaría con sobrevivir a diecisiete Comunidades autónomas.