La caja tonta tenía sólo un canal y medio y además en blanco y negro, pero contaba, por ejemplo, con una oferta teatral y literaria que ahora es totalmente impensable. Gracias a Estudio-1 quien ahora escribe pudo acceder a un teatro que era inaccesible para el bolsillo de su familia. El okapi fue una de las obras de Ana Diosdado que pude ver gracias a ese programa. A esas alturas, su autora, Ana Diosdado, prácticamente se había consagrado con un Olvida los tamboresque, sin embargo, ha sido cruelmente castigado con el paso del tiempo. Por delante quedaban todavía los tiempos en que escribiría Los 80 son nuestros o los guiones de éxito de alguna serie de TV. Como todos los juicios subjetivos, el mío es discutible, pero creo que Ana Diosdado llegó a la cima de su arte dramático con El okapi. Incluso tengo la impresión de que la obra se ha revalorizado con el tiempo simplemente porque la sociedad española ha cambiado y, en algunos aspectos, no precisamente a mejor. Arrancando del símil con un animal que muere al verse reducido al estado de cautividad, Ana Diosdado relataba la peripecia de unos ancianos que viven en una residencia. En aquella época en que había abuelos en la práctica totalidad de los hogares españoles – al menos los que yo conocía – llevar a un anciano a un asilo, como entonces se llamaban, constituía un comportamiento desaprobado socialmente. Ana Diosdado expresaba magníficamente el porqué de esa visión al señalar, de forma conmovedora y convincente, que no bastaba con un buen médico, una dieta equilibrada o un dormitorio cómodo para decir que se trataba a los mayores con dignidad. En realidad, la dignidad va unida siempre a conceptos como libertad, ilusión o respeto, circunstancias todas ellas que no pocas veces brillan por su ausencia en determinadas residencias. Son decenas de miles los ancianos que ya han sido estabulados en esos lugares por familias que no sienten obligación de atenderlos de manera directa. No es menor seguramente el número de aquellos que tendrán que afrontar un siniestro futuro si ciertos lobbies acaban consiguiendo la aprobación de una ley que sirva la eutanasia en bandeja a cualquier asesino en serie con bata blanca y sin escrúpulos morales. Hace tiempo que vi El okapi, pero estoy convencido de que el representarlo quizá ahora resulta más necesario que nunca.