El título del libro era Rebelión a bordo. No es que yo tuviera una idea muy clara de lo que significaba “a bordo”, pero la mera visión del buque me había cautivado. Mi padre no pudo aclararme de que se trataba aquel volumen aunque luego he pensado que, seguramente, conocía la versión cinematográfica que protagonizaron Clark Gable y Charles Laughton. Fuera como fuese, la economía doméstica no andaba para muchos dispendios y, desde luego, no me compró el libro. A decir verdad, no entonces, pero lo acabó haciendo. Fue ya unos cuatro o cinco años después, tras un curso académico razonablemente brillante en lo que a mi se refería. Aquel verano, uno de los maravillosos pasados en el Grao de Gandía, bebí la trilogía formada por “Rebelión a bordo”, “Hombres contra el mar” y “La isla de Pitcairn”. Confieso también que soñé con ser Fletcher Christian y con alzarme en armas contra el tiránico capitán Bligh para luego poner rumbo al paraíso de la isla de Pitcairn. Un año después, esto ya fue en los escolapios, tuve oportunidad de ver la adaptación cinematográfica citada. No me parecía yo a Gable, pero puedo asegurar que cada paso que dio en la pantalla lo sentí como propio y algo similar me sucedió cuando, años más tarde, vi la versión protagonizada por Marlon Brando.
Cambié de opinión con el paso del tiempo y creo que la culpa la tuvo Anthony Hopkins encarnando al capitán Bligh. Su versión del motín era que los marinos, ablandados por las delicias del Pacífico Sur y nada deseosos de cumplir con su deber, se habían sublevado. No sólo eso. Bligh había sido un verdadero héroe sobreviviendo en el océano a pesar de no contar con instrumentos, armas o comida. Reconozco que a partir de ese momento el motín de la Bounty cambió de perspectiva para mi. Pudo ser el paso de los años o quizá que Mel Gibson, el nuevo Fletcher Christian, no era como Clark Gable. O, simplemente, es que yo, con el paso del tiempo, había dejado de creer en la posibilidad de hallar un paraíso al lado de una bella mujer y ya me conformaba con sobrevivir en un mundo donde cualquier chusma puede arrojarte por la borda con el deseo de que el mar acabe contigo.