El documental Traidores – que podrán ver en abierto hasta mitad de este mes – constituye un aporte muy interesante sobre ese segmento humano. ETA nació en medios católicos y con una impronta nacionalista y católica. Algunos de sus primeros miembros creían en la autoinmolación sacerdotal y misionera y, en un momento determinado, pasaron de la actividad clerical a la terrorista aunque no pocas veces desarrollaron la misma a la vez. Sin embargo, las razones que llevaron a los jóvenes a ingresar en ETA – catolicismo militante y educación de seminario, nacionalismo vasco… - no tardaron en cuartearse para algunos de sus miembros. ¿Cómo se podía compatibilizar la impronta, supuestamente cristiana, de ETA con los asesinatos? ¿Cómo no darse cuenta de que ETA no era progresista sino puro nazismo que se sustentaba en la idea de la raza? ¿Cómo no percatarse de que los argumentos que manejaban eran puro fascismo? ¿Cómo no darse cuenta de que gente que había en las prisiones de Franco – los comunistas, por ejemplo – eran más nobles y generosos que los nacionalistas vascos? Obviamente, muchos se dieron cuenta y decidieron marcharse.
Y es que, de pronto, hubo demasiadas situaciones que empañaban el relato glorificador de ETA. Por ejemplo, cuando el primer asesinato de ETA se perpetró no porque el terrorista intentara huir y quisiera defenderse sino porque intentó cumplir con su vocación mesiánica matando a sangre fría a un guardia civil indefenso. Por ejemplo, cuando llegó una amnistía en 1977 que intentó cerrar todas las heridas de la guerra civil. Por ejemplo, cuando la tortura acabó en las comisarías mientras ETA siguió utilizando la tortura. Por ejemplo, cuando el franquismo se autoinmoló y se instauró un régimen de libertades, pero ETA comenzó a matar más que nunca. Había que ser muy fanáticos para no ver aquellas situaciones y persistir en el interior de ETA.
Traidores saca a la luz todos esos aspectos relacionados con un movimiento surgido en las sacristías y los seminarios, formado por jóvenes fanáticos e idealistas que buscaban lo que consideraban la libertad de Euzkadi y que, en realidad, profesaban una forma de nazismo de raíces católicas y, en algún momento, tercermundistas. Es triste decirlo, pero ETA aparece como un movimiento sustancialmente español como tantos intentos idealistas, locos y violentos que han ensangrentado la Historia nacional. Y es los quijotes no siempre son buenos y nobles. En ocasiones, son simplemente fanáticos y violentos y en la Historia de España no han faltado.
Algunos de aquellos etarras que entraron por idealismo en la organización se percataron de que el camino había sido equivocado desde el principio y salieron convirtiéndose en grandes críticos del nacionalismo vasco. Así se jugaron la vida y, en ocasiones, la perdieron como fue el caso de Yoyes que acusó de “traidores” a algunos de los miembros de la organización terrorista que querían marcharse y que, finalmente, sería asesinada por sus antiguos compañeros. Pero ¿cómo podía negarse que bajo la capa del nacionalismo vasco, del patriotismo, de esa autorrealización, se ocultaban el racismo, la censura, el miedo, el exilio de tantos vascos y, por supuesto, la tortura y el asesinato?
Es muy interesante ver este documental que empuja a reflexionar mucho no sólo sobre ETA sino sobre el alma española y, especialmente, sobre una sociedad española tan fácil de llevar, en parte siquiera hacia el peor fanatismo, y que tan fácilmente también olvida a esas víctimas. Pocos, muy pocos, acaban teniendo una visión más lúcida que la del común, que reconoce el error, que se percata de cómo la ingenuidad pudo estar en la base del horror y de cómo nada se puede solucionar si no se aborda la verdad y se adopta la firme resolución de no volver a incidir en ciertas conductas. Es difícil que disfruten del documental, pero, sinceramente, creo que merece la pena que lo vean. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!