Me vi en la necesidad de contestarle que esas reediciones eran harto difíciles porque implicaban que una editorial estuviera dispuesta a producirlas ya que a mi me resulta imposible costearlas. La única salida – por añadidura, muy económica para el lector – que existía era el libro en formato electrónico. Es cierto que a lo largo de los años – llevo ganándome la vida como escritor desde finales de la década de los setenta – las editoriales han ganado millones y millones y más millones de euros con mis libros. Desde luego, se han embolsado mucho más que yo como, por cierto, también ha sucedido con Hacienda. No es menos cierto que en España, la corrupción política ha terminado por convertir la inmensa mayoría de los negocios empresariales de importancia en rentables si tienen respaldo político. Se ha conseguido, por ejemplo, que el negocio no sea fabricar las mejores camisas sino fabricar un asco de prendas, pero que te las compre el ayuntamiento para la policía porque eres amigo de un concejal. Naturalmente, nuestras empresas rara vez son competitivas porque el negocio no está en hacer las cosas bien, exportar y competir sino en encontrarse cerca del poder fáctico y trincar del dinero aportado por los desgraciados que pagan impuestos. En el caso de las editoriales, incluso el autor que más venda pende de un hilo profesionalmente si se permite la osadía de entrar en ciertos temas. La editorial puede ganar mucho dinero con sus libros, pero ¿cuánto puede llegar a perder si el gobierno de un ayuntamiento o de una CCAA le dice que va a comprarle menos libros de su catálogo para las bibliotecas públicas? ¿A cuánto puedes ascender las pérdidas sin los colegios religiosos deciden disminuir las compras de la editorial si sigue publicando a un determinado autor? ¿Hasta dónde puede soportar números rojos una editorial si los poderes fácticos, políticos o no, deciden recortar pedidos y más en una época de crisis? Ante semejante tesitura, las editoriales prefieren dejar de editar a algunos autores y, por supuesto, incluso les sugieren que no se les ocurra presentarse a determinados premios. Por ejemplo, supongan que el autor es contrario al nacionalismo catalán y que el premio tuviera que darlo el presidente de la Generalidad de Cataluña o, por lo menos, estar presente. Pues mejor que ni se presente porque caso de que el jurado actuara con limpieza y ganara el certamen, las pérdidas para la editorial podrían ser tan salvajes que no quedarían compensadas por unas ventas elevadas. ¿Y si se presenta con pseudónimo, el premio es limpio y lo gana? La editorial no corre riesgos. Declara ese año el premio desierto aunque no lo haya hecho en décadas. Cualquier cosa antes que permitir que el disidente publique y no digamos ya gane un premio y pueden creer que lo que digo tiene nombres y apellidos.
Con un panorama como el descrito, la única salida para el autor que se acerca a temas delicados – si es que decide ser íntegro y no venderse a cualquiera de las tribus – consiste en refugiarse en el formato electrónico o dar con una editorial pequeña que no está enfeudada a los poderes fácticos y que se arriesga a publicar porque nada le pueden quitar. Eso fue lo que sucedió esta primavera cuando Quaterni, una editorial especializada en libros sobre el Japón se puso en contacto conmigo para reeditar El viento de los dioses. La editorial cuenta con un catálogo verdaderamente extraordinario que incluye, por ejemplo, las novelas de Mushasi o Rashomon. Para mi constituía un honor que se hubieran fijado en mi novela para colocarla al lado de algunos de los mejores clásicos japoneses. Es cierto que se trataba de una tirada pequeña, que las posibilidades de ganancia muy escasas y que yo hace décadas que no contrato en esas condiciones si es que alguna vez lo hice. A pesar de todo, acepté porque era una posibilidad de reeditar un libro que los lectores llevaban pidiéndome años.
El libro ha salido ya y debo decir que la edición es muy cuidada y apetecible. Casi me atrevería a decir que resulta hasta bella. Esta novela del Antiguo Japón en la que recreo no sólo la China de Kublai Jan sino también el Japón de los samuráis vendió en sus días varias ediciones, pero hace años que ya no se encuentra. Si desean adentrarse en ambos mundos – extraordinariamente apasionantes – ahora tienen la oportunidad de hacerlo gracias a la gente de Quaterni. No es un libro electrónico sino impreso y eso explica que resulte también más caro, pero para muchos merecerá la pena regresar al papel. José Antonio, amigo, si no tienes esta novela, ahora puedes comprarla en formato impreso.