Los ancianos
Mucho menos relevante fue, sin duda, el papel de los ancianos en el seno del judeo-cristianismo afincado en Israel, aunque su valor práctico debió de corresponder al de auténticos pastores de las comunidades. Como ya hemos señalado antes, el origen del término es veterotestamentario y presenta paralelos entre los sectarios de Qumrán y en el judaísmo contemporáneo (Hch. 4, 5, 8 y 23; 6, 12; 23, 14; 24, 1; 25, 15).
La primera referencia que tenemos aparece relacionada con la Iglesia de Antioquía, cuyo gobierno no era apostólico sino presbiterial (Hch. 11, 30). Este dato podría quizá indicar que, originalmente, los ancianos no formaban parte de la organización comunitaria y que aparecieron a medida que los Doce no pudieron ocuparse de tareas no sólo administrativas sino también relacionadas con el gobierno y la enseñanza. La noticia conservada en Hch. 14, 23 apoyaría tal punto de vista, y lo mismo sucedería con las referencias que encontramos en Hch. 15, 2, 4, 6, 22 y 23; 16, 4; 21, 18, que ya corresponden a un período posterior en que la comunidad se había extendido lo suficiente como para que resultara imposible atenderla sólo con doce personas. De hecho, Sant. 5, 14 apunta en esa dirección y además los conecta específicamente con el ministerio de sanidad existente en el seno del judeo-cristianismo primitivo.
La institución aparece igualmente en el judeo-cristianismo de la Diáspora (1 Pe. 5, 1 y 5; 2 Jn. 1; 3 Jn. 1) y en el paulino, que parece haber derivado su uso del antioqueno o, quizá, del judeo-cristianismo (Hch. 20, 17 y ss.). De hecho, es en los escritos paulinos donde hallamos un número mayor de referencias en relación con las funciones que desempeñaban en el seno de las comunidades (1 Tim. 3, 2-4; 5, 17 y ss.; Tit. 1, 5). No deja de ser significativo que el cristianismo primitivo no conociera la diferencia entre el anciano o presbítero y el supervisor u obispo. Los términos eran intercambiables como puede verse en Hechos 20: 17 -38 donde Lucas y Pablo los utilizan de manera equivalente. Resulta también significativo que el apóstol haga en ese pasaje referencia a una apostasía que comenzaría poco después de su muerte. Juzgue el lector si parte de esa apostasía no incluye la distinción entre los ancianos y un obispo colocado encima de ellos ya en el siglo II y tras la muerte del último apóstol.
Los diáconos
Suele afirmarse que la institución de los diáconos estuvo presente desde una etapa muy primitiva en la comunidad jerosilimitana y se conecta con la misma el episodio referido en Hch. 6. Según éste, se produjo en el seno de la comunidad citada un conflicto entre judíos greco y arameo-parlantes en relación con la distribución diaria de alimentos. La solución propuesta por los Doce fue la de que la comunidad eligiera a personas que se ocuparan de este tipo de tareas, descargándoles a ellos de su realización (Hch. 6, 3-4). Su labor estaba conectada, pues, como etimológicamente puede deducirse, con áreas de servicio, no cultuales. La elección —quizá como prueba de buena voluntad— recayó sobre helenistas que fueron reconocidos formalmente en su función por los Doce mediante la imposición de manos (Hch. 6, 6).
Esta interpretación choca, no obstante, con algunos inconvenientes. El primero es que el mismo término diakonos está ausente del pasaje citado en relación con un ministerio específico y, de hecho, el verbo diakoneo no parece tener un contenido que vaya más allá que el propio de «servir». Por otro lado, la palabra diakonia se aplica, pero a los Doce (Hch. 6, 1 y 4) y no a los elegidos en esta ocasión. Éstos, finalmente, recibieron la imposición de manos de los apóstoles, pero no parece que eso implicara la creación de una categoría nueva de servicio o ministerio de nivel institucional, sino más bien una sanción de la decisión adoptada por la comunidad.
A esto hay que añadir que la visión de un ministerio específico de diakonia parece posterior en las fuentes y, aunque aceptemos la historicidad de lo relatado en Hch. 6, no resulta claro que su origen estuviera en el judeo-cristianismo afincado en Israel.
Desde un punto de vista filológico, debe señalarse que el verbo diakoneo tiene el significado propio de «servir» en Hch. 19, 22 (donde parece referido a colaboradores evangelísticos de Pablo) y en 2 Cor. 8, 19-20 (relacionado con Pablo y sus ayudantes), y sólo parece vinculado a una misión específica en 1 Tim. 3, 10 y ss., y 1 Pe. 4, 10-11, escritos ambos que, como mínimo, hay que datar en los años sesenta, si se admite su autenticidad, y que no pertenecen al judeo-cristianismo afincado en Israel.
El sustantivo diakonia parece asimismo tener el significado general de «servicio» o «ministerio» y así aparece incluso referido a los apóstoles en Hch. 1, 17-25; 6, 1-4; o 20, 24. El mismo significado se encuentra en 1 Cor. 12, 5; 16, 15; 2 Cor. 5, 18; 6, 3; Ef. 4, 12; Col. 4, 17; 1 Tim. 1, 12; 2 Tim. 4, 5 y 11; Heb. 1, 14 y, quizá, Ap. 2, 19.
En cuanto a diakonos, conserva el significado de «ministro» o «siervo», por regla general, en pasajes como Rom. 15, 8; 1 Cor. 3, 5; 2 Cor. 3, 6; 6, 4; Ef. 3, 7; 6, 21; Col. 1, 23-5; 1 Tes. 3, 2 y 1 Tim. 4, 6. Pero ya posee características específicas en textos como Rom. 16, 1; Flp. 1, 1 y 1 Tim. 3, 8 y ss., que podrían datarse, al menos en parte, durante la década de los cincuenta, pero que no pertenecen al judeo-cristianismo afincado en Israel. De lo anterior, parece desprenderse que éste no conoció propiamente la institución del diaconado. Ciertamente, en un momento primitivo de su historia, procedió a la elección de algunos hermanos para que desempeñaran un servicio concreto, pero tal idea no parece que se prolongara y, quizá, desapareció junto con el régimen de comunidad de bienes que le había dado origen. Lo mismo parece haber sucedido en el seno del judeo-cristianismo de la Diáspora y en el paulino. En éste, sin embargo, ya hay datos de un ministerio específico de diaconado cuando se escriben las cartas a los Romanos (c. 57) y a los Filipenses (c. 60-62). De hecho, la autenticidad de las Pastorales y de la 1 Pedro confirmaría estos datos.
¿Surgió tal visión del diaconado de la experiencia relatada en Hch. 6? No es imposible, pero tampoco resulta muy probable si tenemos en cuenta que tal institución no contó con prolongación conocida en el seno del judeo-cristianismo afincado en Israel. Más verosímil nos parece que su origen se debiera espontáneamente a la necesidad de cubrir necesidades derivadas del funcionamiento de las primeras comunidades, fueran éstas de origen judeo-cristiano (como Roma) o paulino (como Filipos).
Un papel muy relevante en cuanto a su permanencia ulterior como institución y a su influencia en la marcha del judeo-cristianismo parece haber sido el de los profetas. El estudio de esta institución lo veremos por razones de sistematicidad más adelante al referirnos a las manifestaciones pneumáticas.[ii] De esa ubicación puede desprenderse hasta qué punto los ministerios en el judeo-cristianismo aparecieron más vinculados a elementos de tipo carismático – en el sentido de la acción del Espíritu Santo - que institucional.[iii]
CONTINUARÁ
Sobre el origen judeo-cristiano de la comunidad de Roma, véanse G. Edmunson, The Church…, ob. cit.; C. R Thiede, Simon…, ob. cit., pp. 135 y ss.; R. E. Brown y J. P. Meier, Antioch and Rome, Nueva York, 1983, pp. 92 y ss.
[ii] Véase pp. 262-268.
[iii] Tal juicio, sin embargo, no debería limitarse a sólo esta corriente del cristianismo primitivo. En 1 Timoteo 1, 18 y 4, 14, la ordenación de Timoteo aparece nuevamente relacionada con un elemento claramente ca- rismático. En cuanto a los requisitos de ancianos y diáconos en las Pastorales, también parecen más encauzados en patrones espirituales que institucionales.