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Martes, 19 de Noviembre de 2024

XXXIX.- El camino hacia la victoria (VII): el final de los disidentes (III): El desquite de Uhud

Viernes, 18 de Septiembre de 2020

Después de la batalla de Uhud, que militarmente había resultado tan desastrosa para Mahoma, Abu Sufyan, siguiendo las normas de la época, le había ofrecido el desquite.  Éste tendría que celebrarse un año más tarde en Badr, en el curso del mercado que se celebraba entre el 1 y el 8 de du-l-qaada.  Sin embargo, durante los meses siguientes, las circunstancias habían ido cambiando de manera dramática.  De entrada y contra lo que había cabido esperar, la posición de Mahoma se había fortalecido considerablemente, mientras que, en paralelo, los coraishíes no habían experimentado ningún robustecimiento de su posición. Abu Sufyan intentó con buen criterio, pero, desde luego, no poca ingenuidad, desconvocar el choque que debía producirse entre ambas fuerzas, pero Mahoma, aconsejado por Abu Bakr y Umar b. al-Jattab, se negó a aceptar sus pretensiones y prosiguió con sus planes.  Así, con un ejército de mil quinientos hombres y diez caballos llegó al lugar de la cita el 4 de abril de 626.

Según las fuentes islámicas, Abu Sufyan contaba con una fuerza de dos mil hombres y cincuenta caballos, pero, sabedor de la llegada de Mahoma, no se atrevió a enfrentarse con él y regresó a la Meca.  La tradición islámica coloca en este episodio el texto de 3: 166/172:

             A quienes escucharon a Al.ah y al mensajero, a pesar de la herida recibida, a quienes, entre ellos, hicieron el bien y temieron, se les reserva una magnífica recompensa.

 

Las fuerzas de Mahoma, sin que se les presentara el menor desafío, consiguieron unos beneficios extraordinarios en el mercado y, sobre todo, aparecieron como un poder indiscutible.  Semejante circunstancia no llevó a Mahoma a aflojar el dogal que apretaba en torno a los disidentes reales o supuestos.  Al respecto, no deja de ser significativo que los procesos de la época transmitidos por las fuentes islámicas estén relacionados con los judíos, una población a la que Mahoma seguía considerando insegura dada su negativa a aceptar sus pretensiones espirituales.  Así, condenó a ser lapidados a un hombre y una mujer judíos que habían sido sorprendidos en acto de adulterio.  La decisión – que chocaba frontalmente con la adoptada por Jesús, supuesto precursor de Mahoma (Juan 8: 1-11) – implicaría la introducción de una normativa aún vigente en las naciones musulmanas que desean ser fieles a la enseñanza del profeta del Islam [3]

También en esa época, fue asesinado por orden de Mahoma, el judío Abu-l-Rafi Sallam b. abi-l-Hurayq que se había manifestado contrario a él.  Más revelador si cabe es que Mahoma se desprendiera en esta época de sus secretarios que, significativamente, eran judíos.  Según la tradición, los sustituyó por Zayd b. Tabit al que ordenó aprender el siríaco (arameo) - que todavía se usaba como lengua viva  y que algún filólogo moderno ha considerado como la base real de algunos de los textos del Corán [4] – un mandato que aquel consiguió cumplir en tan sólo diecisiete días[5].   El dato, en apariencia exagerado, puede que se correspondiera con la realidad ya que Zayd también era judío.  La posición de secretario de Mahoma no significó el final de su carrera.  Tiempo después Zayd recibiría el encargo de Otmán de redactar un códice coránico sobre la base de hojas recogidas por Omar, de manera bien significativa, el califa Muawiya haría desaparecer con posterioridad ese códice [6].  El dato en cuestión parecería confirmar, siquiera indirectamente, la influencia de textos siríacos en la redacción del Corán, lo que, según C. Luxenberg, habría conducido a interpretaciones no del todo exacta de la base original [7].     

CONTINUARÁ


Véase: J. Akhter, Oc, p. 69 ss; K. Armstrong, Oc, pp. 195 ss; M. Cook, Muhammad…, pp. 12 ss; E. Dermenghem, Mahomet…, p. 21 ss; J. Glubb, Oc, pp. 215 ss; M. Lings, Oc, pp. 231 ss; T. Ramadan, Oc, pp. 130 ss; J. Vernet, Oc, pp. 111 ss; W. M. Watt, Oc, pp. 130 ss; C. V. Gheorghiu, Oc, pp. 338 ss.

[3]  El episodio aparece relatado en el Sajij al Bujari que contiene un jadiz (3887) de Abdullah bin Umar en el Libro de las virtudes del profeta y de sus compañeros.  La base de la decisión de Mahoma se conecta con el mandamiento de la Torah.

[4]  Al respecto, véase: C. Luxenberg, The Syro-Aramaic Reading of the Koran.  A Contribution to the Decoding of the Language of the Koran, Berlín, 2007.

[5]  Ibn Asakir, Historia de Damasco, Beirut, 1995-2000, t. 19, pp. 303-4.

[6]  Sobre el personaje, véase:  E-M. Gallez, Oc, pp. 123 ss.

[7]  C. Luxenberg, Oc, pp. 247 ss.

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