Durante el año que vino después de la intervención quirúrgica, no pudo pronunciar una sola palabra. Un cuaderno le servía para comunicarse con otros y también para ir trazando la pauta de canciones que nunca podría interpretar. Pero Dios escuchó sus oraciones y, un día, descubrió que no sólo podía articular una frase tras otra sino que también estaba a su alcance cantar.
Fue así cómo llegó un día al Gran Ole Opry de Nashville para entonar una composición que había escrito durante su obligada mudez. El público quedó electrizado al oírlo y le pidió que la repitiera. El compositor estaba tan emocionado que se equivocó en una de las estrofas, pero nadie lo advirtió. A fin de cuentas, ¿cómo reparar en esa menudencia cuando estaba cantando un llamamiento a confiar en la victoria que sólo puede dar Dios e invitando a no subir jamás en el largo y negro tren cuyo conductor era el Diablo? Sí, porque el cantante se llamaba Josh Turner y la canción era Long Black Train. Juzguen ustedes por si mismos, pero yo también puedo dar testimonio de que hay victoria en Jesús incluso en las situaciones más difíciles y de que subirse al tren del Diablo sólo concluye en el apeadero del desastre. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Y éste es Josh Turner