Yo mismo he escuchado a personas que se colocaban piedrecitas en el zapato convencidas de que de esa manera su sufrimiento complacía a Dios o a la Virgen. Sinceramente, mentiría si dijera que semejantes muestras de religiosidad no me parecen absolutamente aberrantes. A decir verdad, tienen su paralelo en ritos paganos en los que el sufrimiento corporal se ofrecía a divinidades sádicas, pero esas conductas, por mucho que se hayan repetido a lo largo de los siglos, nada tienen que ver con el mensaje del cristianismo que encontramos en la Biblia. Por el contrario, en las Escrituras se insiste una y otra vez en que la cercanía con Dios es una experiencia alegre y gozosa y no una ocasión para que falsos maestros sometan a sus seguidores a conductas propias del sillón de un psiquiatra. Los que vivimos esa experiencia del gozo cristiano sabemos que, efectivamente, así es y que no tiene nada que ver con torturas autocausadas cuya idea sólo puede haber surgido en corazones perversos. Como en tantas otras cuestiones, la enseñanza de la Biblia libera mientras que las de los maestros humanos esclavizan.
Esa alegría precisamente es la que rezuma este hermoso himno del incomparable Charles Wesley publicado en 1744. Como ya había dicho Pablo en Filipenses 4: 4, estamos llamados a alegrarnos en Jesús siempre y en todo momento no a causarnos heridas o atormentarnos para satisfacción de degenerados maestros espirituales. Nos alegramos porque el mesías es Rey y, especialmente, porque es el Rey de nuestras vidas. Sólo él es nuestro soberano. Sólo él y no un usurpador que habita en un palacio de centenares de habitaciones. Alegrémonos, pues, porque Jesús es rey y como rey regresará.
Les incluyo un par de versiones de este himno del que no tengo constancia de que exista versión en español. La primera es una versión profesional; la segunda procede de un culto evangélico. Alégrense escuchándolo. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Primera versión
Versión en un culto