Como enseñó Jesús (Mateo 6: 7) esa repetición es precisamente la forma en que oraban los paganos y, por ello, no debían hacerlo sus discípulos. Lamentablemente, desde el siglo IV el cristianismo absorbió cantidades inmensas de paganismo y entre ellas estuvo la repetición de fórmulas a las que se denominó, incorrectamente, oraciones.
Basta leer el libro de los Salmos u otros textos de la Biblia para percatarse de que lo que encontramos nunca es la repetición de una oración una y otra vez como si fuera un ensalmo. Por el contrario, lo que hay es corazones que se vuelcan delante del único Dios para manifestar su necesidad de perdón, de salud, de ayuda o de dar gracias. Por supuesto, se dirigen sólo a Dios y jamás a otro ser y, de manera expresa, repudian enérgicamente el culto a las imágenes como algo no sólo contrario a la voluntad de Dios sino al sentido común más elemental (Salmo 115). La oración real, la que Dios espera y la que satisface las ansias del corazón, no se parece nada a la repetición de fórmulas una y otra vez ni a inclinarse ante la madera o el metal labrados ni a dirigirse a otras criaturas. Por el contrario, la oración que agrada a Dios son palabras que brotan de lo más íntimo del corazón, que incluso en ocasiones no pasan de ser gemidos sin frases (Romanos 8: 26-7), pero que expresan no lo que alguien dijo o escribió sino lo que hay en lo más profundo de nuestro ser y que por ello sólo se pueden dirigir al que lo puede escudriñar por completo. Aquellos que conocen esa oración – no digamos ya si además han pasado por lo que muchos consideran que lo es y no lo es en realidad – saben hasta qué punto es dulce.
Escuché esta canción no mucho después de convertirme allá en el año de 1977 y desde el primer momento me pareció sentir en ella un eco de una experiencia que se ha repetido después en miles de ocasiones. La oración de los paganos, aquella que se caracteriza por repetir muchas veces las mismas fórmulas, por dirigirse a seres que no son Dios, por inclinarse ante imágenes, no puede satisfacer los anhelos más profundos del alma. Pero la oración en espíritu y verdad, como dijo Jesús, resulta enormemente dulce y constituye una de las mayores bendiciones que Dios pueda otorgarnos. Les invito a comprobarlo por ustedes mismos.
De esta canción les incluyo una versión coral y otra de Alan Jackson en inglés. Además va una en español. Disfrútenlas. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Ésta es la versión coral
www.youtube.com/watch?v=xg282my5QyU
Ésta es la de Alan Jackson
www.youtube.com/watch?v=4zNuYcplBmk
y ésta es en español