De repente, el conductor no vio el stop y el camión de dieciocho ruedas que venía no pudo detenerse. El granjero dejó una cosecha, un hogar y ochenta acres de terreno así como la fe y el amor por las cosas que crecían en el corazón de su hijo. La maestra dejó su sabiduría en las mentes de montones de niños a los que había enseñado para que empezaran la vida de la mejor manera. El predicador sólo acertó a musitar: “¿No ves la Tierra prometida?” mientras colocaba su Biblia manchada de sangre en la mano de la prostituta.
El domingo pasado, otro predicador contó a su congregación, mientras sostenía aquella misma Biblia en la mano para que todos la vieran, que deseaba que Dios bendijera al granjero, a la maestra y al predicador que le dio aquella Biblia a su madre quien se la había leído a él desde niño.
Ahora, en el lado derecho de la autopista, hay tres cruces de madera y es posible incluso intuir porque no hay cuatro. A fin de cuentas, cuando uno muere lo importante no es lo que se lleva sino lo que deja en este mundo detrás de él.
Eso cuenta esta hermosa canción de Randy Travis que deseo compartir con ustedes este sábado. No piensen en lo que acumulan porque los ataúdes no tienen bolsillos. Piensen en lo que dejarán a sus espaldas. Aquel predicador dejó algo que cambió vidas. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!!
Y aquí está Randy Travis