A este lado del Atlántico, tampoco es que estén las cosas para lanzar cohetes. Biden dejó de manifiesto su sumisión a la agenda globalista atreviéndose en el debate presidencial a decir lo que piensa hacer con las selvas del Brasil. Trump ha contraído el coronavirus y en España dicen que se está muriendo, algo nada raro sabiendo quiénes son los corresponsales españoles en Estados Unidos. Al sur del río Grande, la pugna por imponer los objetivos de la agenda globalista es a calzón quitado y, como reconoció el gran concilio de lobbies gays a inicios de 2019, el único obstáculo real son las iglesias evangélicas porque con la iglesia católica sólo es cuestión de negociar el precio. Para colmo, el sorosiano Josep Borrell no para de moverse para ayudar a la dictadura venezolana, igual que sigue haciendo su compañero de partido, Rodríguez Zapatero.
Ante situaciones así – y otras mucho peores - caben tres opciones. Una es la del avestruz. Cerremos los ojos y nada nos pasará.
La segunda opción es cerrar los ojos, pero en el sentido de no querer ver lo que sucede y seguir apoyando lo que no son sino edificios que se tambalean. Como la conducta anterior la entiendo, pero no puedo compartirla. Es más la simple idea de confiar determinados listas en las que van ciertos sujetos no me tienta lo más mínimo.
La tercera opción es preguntarse a dónde ir y aquí entra la canción de esta semana porque la verdad es que sólo podemos acudir con garantías a Jesús. A Jesús que no a alguna peculiar institución que pretende representarlo en régimen de monopolio y que ha aprovechado esa afirmación para acostarse con todo poder fáctico que se le ha puesto al alcance o, como me decía el director de un centro local de COPE, “el problema de… - y aquí daba el nombre de un cardenal – es que le gusta mucho acostarse con los políticos”. Por supuesto, la afirmación – rigurosamente exacta – no se refería a la vida privada del cardenal sino a sus coqueteos duros y continuos con el poder. Cuando hablo de Jesús hablo de Jesús, no de los que usurpan su nombre y su lugar.
Creo que nadie debería llamarse a engaño: en este mundo sólo se puede acudir a Jesús y eso es lo que expresa esta canción. Es una canción de alegría porque reconoce que en esta vida hay muchas circunstancias extraordinarias que nos proporcionan felicidad, pero también hay otras menos gratas e incluso dolorosas. La tentación, la maldad, la hipocresía, la corrupción, la inseguridad, el temor pueden asediarnos, pero de ellos sólo nos librará Jesús el mesías-siervo. Si no ha hecho la prueba, hágala. No quedará defraudado.
He escogido dos versiones de esta maravillosa canción. La primera es de Elvis Presley y - ¿hay que decirlo? – resulta espléndida. La segunda – con subtítulos en inglés – es de la Gaither Vocal Band. Excelente. Disfruten de la canción, pero, sobre todo, mediten en su mensaje. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí está Elvis
Y aquí la GVC y un grupo de amigos extraordinario