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Miércoles, 13 de Noviembre de 2024

Desde Perú (IV): Soroche

Lunes, 22 de Junio de 2015

Como saben los que siguen estas páginas, ya llevo un tiempo ando viajando por Perú dedicado a la tarea de recoger material para un futuro libro. Impulsado por esa necesidad, tuve que desplazarme al Cuzco.

La primera advertencia de amigos y conocidos fue la de que me vería aquejado por el mal de altura o, como dicen por acá, el soroche. La elevada situación del Cuzco, zona montañosa apenas situada en altura doscientos metros por debajo del Tíbet, convierte ese riesgo en inevitable y conlleva mareos, desmayos, vómitos e incluso podría derivar en enfisema pulmonar. No han faltado – todos cuentan casos – los que se han muerto por no poder soportarlo. Para paliar el mal, me aconsejaron que debía beber té de coca, realizar comidas extremadamente ligeras y caminar despacio. Seguí las instrucciones y lo cierto es que el soroche no me afectó lo más mínimo. Para sorpresa mía, incluso consumí una opípara comida nada más aterrizar en Cuzco, aspecto este comprensible porque la gastronomía peruana es de las más sofisticadas y deliciosas del globo. El mate de coca, el andar pausadamente y la preparación de una semana previa habían bastado para conjurar el mal.

Visto que, a fin de cuentas, no ha sido tan difícil enfrentarse con el soroche no he podido dejar de contemplar los paralelos con la situación de España y en otras naciones, como el Perú, de sociología católica. La realidad es que la nación en la que nací y a la que amo, padece soroche desde hace décadas, por no decir siglos. Por fijarnos en su etapa más reciente hay que reconocer que pasar de una dictadura autoritario-clerical a una monarquía parlamentaria implicó un ascenso de no escasa relevancia, pero nadie tomó medidas contra el mal de alturas y la UCD saltó por los aires dejando al PSOE el poder por más de una década. La ausencia de una oposición fuerte frente a un omnipotente PSOE implicó también un mal de alturas para la izquierda, pero tampoco se dieron los pasos necesarios para evitarlo y, tras 1992, España estaba sumida en una grave crisis económica y los nacionalistas catalanes y vascos desollaban la piel de toro con fruición. De aquella situación se salió con un chute de nuevo hacia arriba impulsado por el gobierno Aznar, pero nadie previó que podría sobrevenir el soroche. A decir verdad, lo que vino después - el gobierno de ZP - se asemejó más a una pandemia que al mal de alturas. Y desde entonces, la España que se encontraba en la cima de Occidente por su pertenencia a la Unión Europea no ha adoptado los remedios eficaces contra el mal de alturas. Sus impuestos son los más altos de Europa con la excepción de Suecia; su aparato administrativo es el más numeroso y enrevesado de la UE; su orden territorial constituye un escandaloso e ineficaz derroche. El soroche y sus consecuencias a la vista están. No es un problema de ahora. La ineficacia para enfrentarse con el mal de alturas arranca de una cultura católica incapaz de absorber los valores bíblicos que recuperó la Reforma en relación con el trabajo, las finanzas, la previsión del futuro o la supremacía de la ley. Con todas las excepciones que se deseen, los gobernantes españoles conquistan el poder y reparten despojos – como Cortés, como Pizarro, como tantos… - pero son incapaces de pensar qué sucederá después. Como la sociedad carece de esos cimientos que sólo se asentaron en Occidente con la Reforma, el edificio crece y parece que aguantará, pero, al final, se cae. La experiencia de Perú ha sido la misma y no podía ser otra. Ha tenido períodos históricos de extraordinaria brillantez unidos a la extracción de metales preciosos, del guano y del caucho. Sin embargo, al final, sus gobernantes se dedicaron más a enriquecer a ciertos sectores que a prepararse para el día de mañana y tras el esplendor vinieron terribles negruras. A fin de cuentas, de la cultura hispano-católica habían aprendido a conquistar y repartir despojos no a construir de cara al futuro y la nación – como España – siempre regresa al valle que va después del diente de sierra. España sufre por enésima vez el soroche. Hay indicios de que lo mismo le puede suceder al Perú. Temo que en ambos casos no se corregirá con sólo beber té de coca.

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