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Miércoles, 13 de Noviembre de 2024

Desde Washington (II): Charities

Jueves, 22 de Octubre de 2015

Si ayer me refería al vértigo que da moverse por ciertos ambientes en Washington, hoy tengo que mencionar la no menor impresión que produce ese universo que por aquí denominan Charities y que etiqueta a no pocas entidades dedicadas a hacer bien al prójimo. La diferencia cultura con España es abismal y debo decir con no poco dolor que no precisamente a favor de mi país de origen. Juzguen ustedes por si mismos.

En el mundo del espectáculo no se trata sólo de que los artistas no viven de subvenciones públicas – creo que a la inmensa mayoría esa posibilidad los avergonzaría – sino que se honran en crear o ayudar a multitud de entidades que, de verdad, hacen el bien. Por ejemplo, ¿cuántos de ustedes saben que Shakira dona con enorme generosidad a multitud de charities que se ocupan de procurar que este mundo sea algo mejor? O, por ejemplo, ¿tenían noticia de que Angelina Jolie ha creado, entre otros proyectos, uno que atiende a millares de menores que han huido sin compañía hacia Estados Unidos para que se vean libres de abusos, para que puedan reunirse con sus padres o para que cuenten con asistencia legal digna? ¿O tienen alguna idea del tiempo que dedican personajes como George Clooney o Brad Pitt o tantos otros a colaborar con causas nobles sin cobrar un céntimo? Son algunos ejemplos, pero se podrían mencionar millares. Ahora piensen en los equivalentes españoles y díganme lo que ven porque yo recuerdo un homenaje que se realizó hace pocos años en memoria de un conocido cómico y todos cobraron – menos un cantante que pidió que sólo pagaran a sus acompañantes en el escenario – y a poco la vida tiene que poner dinero.

El norteamericano de a pie y el acaudalado se siente en la obligación de ayudar a los demás y de hacerlo no exigiendo a los políticos que gasten sino llevándose la mano a la cartera. En España, existe una tendencia absolutamente innegable a ver que se puede sacar incluso cuando se ayuda a los demás. Aquí la iglesia católica no se lleva un 0.7 del impuesto sobre la renta y no sólo porque es inconcebible desde la perspectiva de la separación de iglesia y estado sino porque sus mismos feligreses – que, a diferencia de sus correligionarios españoles, la mantienen – correrían a pedradas a sus obispos – a algunos los han sentado en el banquillo - si pretendieran semejante inmoralidad en territorio de los Estados Unidos. Aquí las ONGs son fiscalizadas – más de uno ha terminado en la cárcel – no porque reciban dinero público sino porque están más que obligadas a administrar como es debido el privado. Aquí las fundaciones de las empresas conceden becas, ayudan a los ancianos o fomentan el arte en lugar de colocar a políticos y pulirse el presupuesto en libros que edita con un sobreprecio monstruoso un pariente de un miembro del patronato y que luego se envían a los accionistas. Aquí nadie se dedica a cantar las loas de la asistencia social de una confesión religiosa que pagan todos los contribuyentes pertenezcan o no a ella. Es esa confesión, o club filosófico o asociación de veteranos de guerra la que da generosamente a la sociedad. Y ya que hablo de veteranos de guerra debo decir que el estado los trata mucho mejor que en España – nosotros hemos tenido más de cien muertos en Afganistán y miserablemente se les negó la condición de caídos en combate porque supuestamente no estábamos en guerra sino en misión de paz – pero es que ellos mismos se saben organizar y reciben la ayuda desinteresada de la sociedad. Sí, la diferencia es abismal y, precisamente por ello, yo me siento tan profundamente agradecido a la gente que colabora con el crowdfunding de La Voz porque se sale totalmente de lo habitual.

La razón de estas diferencias que moviéndome por Washington me provocan vértigo es la cultura tan distinta que nos impregna. En España, históricamente, las clases privilegiadas comenzando por la monarquía y la iglesia católica tenían – siguen teniendo – el derecho a vivir de los demás y, para colmo, en las últimas décadas se les han ido sumando otras no poco voraces. No dan nada. Más bien arramblan con todo lo que pueden, arrojan algunas migajas y luego presumen de su acción noble pagada por otros. Aquí existe una convicción de que la sociedad unida puede alcanzar metas que incluso los políticos pueden no ser capaces de ver, pero que tendrán que aceptar. Por eso, hay que comenzar y hay que comenzar ya a caminar en la buena dirección. En España, por regla general, la sociedad espera que desde arriba los maestros que tiene la santa madre iglesia – que da lo mismo que sea la católica que la de Podemos o Convergencia - lancen la sopa boba y solucionen lo que casi nadie mueve un dedo para solucionar. El resultado históricamente ha sido muy distinto porque el punto de partida y el desarrollo histórico han sido muy diferentes. A fin de cuentas, no es lo mismo construir una sociedad sobre la base de la Contrarreforma que sobre la de los principios bíblicos recuperados por la Reforma.

 

CONTINUARÁ

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