Pero aparte de esa circunstancia hay otras que me traen a España al pensamiento. Ese sábado, visité en la zona de Balboa, en San Diego, el jardín botánico. Hermoso como suelen serlo estos establecimientos me trajo a la memoria las muchas, muchísimas veces que he paseado por el jardín botánico de Madrid. Más extenso y variopinto, el de Madrid es una de esas joyas que los españoles pasan por alto y que a mi me vienen al recuerdo de vez en cuando para recordarme que el exilio, por muy grato que pueda resultar, tiene también sus servidumbres y sus mordiscos de la memoria.
El domingo, acudí con mi hija a una de las iglesias evangélicas de San Diego. Por la mañana, celebran dos cultos. El primero es en inglés y el segundo, en chino. A pesar de todo, la mayoría de los asistentes son de origen chino y taiwanés. De hecho, no creo que estemos más de media docena de no asiáticos en la reunión. Es un culto hermoso, sencillo, que se compone de canciones en las que se ensalza a Dios, oraciones sencillas y predicación basada directamente en la Biblia. Para muchos puede ser motivo de sorpresa, pero es que esa fue la forma de adoración que conocieron los primeros cristianos y no aquella a la que están acostumbrados muchos y que deriva directamente de los ritos y cultos paganos. La recepción cálida, amable, afectuosa de los miembros de la iglesia - tan distinta de la de aquellos que entran en un lugar de culto con la misma falta de interés hacia los otros que cuando se va a tomar café a un bar – también hace pensar en un cristianismo cercano y real tan distinto de otras manifestaciones que se denominan cristianas y que son más parecidas a las grandes manifestaciones del despotismo absolutista.
Las últimas horas en San Diego las pasamos cenando en Little Italy. Es la fiesta del vino y algunas calles están cortadas. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedería en cualquier ciudad española, donde los agentes de movilidad suelen ser agentes de inmovilidad, lo cierto es que la circulación es envidiablemente fluida. Una vez más – y a pesar de que lo he visto en infinidad de ocasiones - no deja de llamarme la atención el civismo, la urbanidad, la educación de los norteamericanos. Son unas últimas horas muy gratas. El ambiente es magnífico; la comida, extraordinaria; la conversación, agradabilísima. De allí salgo para el aeropuerto. No he subido al avión y ya me muerde la nostalgia. California, paraíso en la tierra, espero regresar pronto a tu maravillosa tierra.