Con todo, la parte central del viaje estuvo relacionada con un conjunto de conferencias que pronuncié en el Tabernáculo de la fe sobre cuatro cuestiones relacionadas con la Reforma. Abordé así, desde una perspectiva específicamente colombiana, la manera en que la Reforma provocó una auténtica revolución en áreas como la educación, la ciencia, la supremacía de la ley y la corrupción.
Lo que ahora es Colombia se debe directamente al hecho de que ha sufrido durante siglos la inmensa desgracia de pertenecer a un imperio que dio la espalda a los valores bíblicos que recuperó la Reforma abrazando, por el contrario, ese horror espantoso y sin paliativos que fue la Contrarreforma, base de la desgracia de naciones como España o las de Hispanoamérica. El tema es tan obvio que incluso Arturo Pérez Reverte ha reconocido en público que una de las grandes desgracias de la Historia de España fue la de dar la espalda a la Reforma y abrazarse al concilio de Trento. Así es, pero, lamentablemente, esa gran tragedia que acabó con el imperio español y lisió a España hasta el día de hoy, se hizo extensiva a las naciones que surgirían de su imperio.
En el caso de Colombia, las cifras y los datos son demoledores, contundentes, irrefutables como dejé de manifiesto en esas cuatro conferencias. Sin embargo, no se trata sólo de un análisis histórico. En realidad, implica apuntar al origen de nuestros males, diagnosticar la enfermedad, señalar el remedio y apuntar a un futuro que sea distinto de la Historia aciaga de una amada Colombia a la que deseo lo mejor, pero que, como en el caso de España, no tiene esperanza real si su Historia sigue desarrollándose sobre las mismas bases lamentables proporcionadas por la Contrarreforma. Sólo el regreso a esos principios bíblicos recuperados por la Reforma ofrecen posibilidades de futuro. Pero de esas y otras cuestiones relacionadas con este viaje a Colombia hablaré en la próxima entrega.
CONTINUARÁ