La carta es un modelo de fino sentido del humor – cuando quiere Trump lo consigue – pero en lo que quiero quedarme es en un dato. Los empleados públicos en Estados Unidos son ochocientos mil. Les ruego que reflexionen en esto. Estados Unidos es la primera potencia mundial. Para mantener esa pesada carga sólo necesita 800.000 empleados públicos de los que muchos no son funcionarios de carrera sino incluso personal contratado que puede ser despedido. Con esa cifra, mantiene bases militares en todo el planeta y guerras en varios puntos del globo. Además es la primera potencia económica. Cuenta con unas carreteras federales que ya quisiéramos en España. Nuestra Agencia tributaria que aplica el principio de “te quito el dinero y si tienes pelendengues, reclama” es la zahurda de Plutón comparada con un IRS que te devuelve el dinero de oficio, acompaña todas las comunicaciones con un folleto sobre los derechos del contribuyente y en buena parte de los estados no te puede embargar la vivienda porque sólo un estado diseñado por hijos de Satanás puede pensar en quitar su techo a los ciudadanos para mantener el presupuesto. Añadan además que tienen las mejores universidades, las mejores empresas tecnológicas y la mejor medicina del mundo. No les voy a hablar de otros servicios públicos como los de correos – sin duda, los mejores del planeta – comparando con la realidad española porque no desea mojar el teclado con mis lágrimas. Todo eso lo mantienen en pie con 800.000 empleados públicos de los que muchos son simples contratados. Como en España, con más de tres millones de empleados públicos, una población que es casi diez veces menor que la de Estados Unidos y unos impuestos más altos no nos acercamos ni de lejos a esos resultados es algo que merece ser tema de reflexión. Algo les adelanto: casi todo se nos va en autonomías, burocracias y chiringuitos de feministas, gays o nacionalistas vascos y catalanes.