Déjenme contarles la historia, sencilla, pero iluminadora, de una mujer a la que llamaré C… con la que estuve charlando hace unos días. C… nació en el campo catalán – su padre tenía una masía – y supo, desde el principio, lo que era trabajar sin horario. En un momento determinado, decidió cruzar el Atlántico e intentar abrirse camino en otras tierras. Lo consiguió en Argentina y, tras años de brega incesante, regresó a su Cataluña natal. Gracias al ahorro surgido de un esfuerzo continuo, abrió dos locales en los que desarrollar la actividad que mejor conocía. Descubrió entonces que todo había cambiado. Ciertamente, la sociedad catalana estaba fracturada trágicamente por el discurso nacionalista, pero además sufría, como el resto de España, la insoportable presión fiscal que se llevaba el fruto de su trabajo. Para ahorrarse el gasto de transporte de su domicilio al local grande, C… acabó quedándose a dormir casi toda la semana en el lugar. Fue inútil. Dio lo mismo que durante cinco días a la semana no la vieran en casa o que trabajara doce horas diarias, al fin y a la postre, tuvo que deshacerse de aquel local grande e intentar salvar el pequeño. Con el paso de los años, C… fue sufriendo la encarnizada voracidad impositiva de las distintas administraciones, la crisis económica derivada de un gasto público descontrolado y las consecuencias pavorosas que el nacionalismo ha tenido sobre la marcha de Cataluña. A día de hoy, C… sigue trabajando doce horas diarias apenas para cubrir los gastos que descarga sobre sus espaldas el inmenso entretejido de clientelas y pesebrales que forma el presente estado. A la vez observa con inquietud creciente que ya tiene más años de vida a las espaldas que frente a ella. No puede evitar preguntarse si tendrá la fuerza suficiente para aguantar hasta la edad de jubilación con el mismo ritmo que hasta ahora. Duda de si esa pensión llegará a cobrarla en una nación donde ser pensionista es una categoría social a diferencia de lo que pasa en otras naciones. Por supuesto, a C… le preocupa que será de su hijo privado de perspectivas de progreso en España. A diferencia de buena parte de lo que fue clase media, C… todavía puede comer y encender la calefacción a la vez, pero su situación no es envidiable. Como C… hay millones de españoles. A mi C… me preocupa y mucho, pero ¿a quién más le importa C…?