Para ello recurrirá, al parecer, al socorrido decreto ley. Apenas unos días antes también había decidido hurtar a los jueces las decisiones sobre casos en los que, presuntamente, hay violencia de género para entregárselas a los ayuntamientos. No pongo en duda que al presidente del gobierno lo impulsen las mejores intenciones, pero su conducta resulta intolerable. Implica, de entrada, que lo que pueda ordenar la constitución o las leyes orgánicas se lo pasa el ejecutivo por el arco del triunfo y a otra cosa mariposa. Un comportamiento así, lejos de ser democrático, constituye sólo una suma de pasos hacia la dictadura. Con todo, seamos ecuánimes. Este comportamiento intolerable lo consumó una y otra vez Cristóbal Montoro, el antiguo y nefasto ministro de Hacienda. No olvidaré jamás cómo en una entrevista radiofónica que realicé a un alto funcionario del citado ministerio me reconoció que una de las últimas ocurrencias de Montoro – declarar la imprescriptibilidad de ciertas faltas tributarias - con seguridad era anticonstitucional, pero que mientras los tribunales no se pronunciaran la obedecerían sin rechistar. En otras palabras, el ejecutivo pisoteando la ley de la manera más bochornosa y los altos funcionarios, como si fueran Eichmann en Jerusalén, escudándose en que obedecían órdenes. En esta misma tribuna, señalé hace ya tiempo que esa senda de desprecio por la legalidad sólo estaba sentando precedentes para lo peor. Lamento desde lo más profundo de mi corazón no haberme equivocado. Desde hace décadas, los nacionalistas catalanes han violado la ley sin que sucediera absolutamente nada. No mucho mejor ha sido el caso de los nacionalistas vascos. El PSOE también asomó la patita aunque hasta ZP guardó mínimamente las formas. Con Montoro, lo que se había limitado a la periferia se convirtió en comportamiento habitual amparado en el temor de los ciudadanos a una interminable e ilegal persecución tributaria. Pues bien, cuando las termitas corroen los muebles un día nos despertamos con la desagradable sorpresa de sufrir cómo la cama se desploma bajo nuestro peso. Pedro Sánchez se limita a transitar la siniestra senda que otros fueron labrando antes que él.