Ignoro las razones que tiene cada uno para sostener esas tesis. Supongo que hay gente que las sustenta por ingenuidad, por buenismo, por recompensa económica o porque se da cuenta de que sería la manera de que los golpistas se salgan con la suya. Aceptar ese diálogo con gente que lleva años quebrantando la ley es totalmente inaceptable. De la misma manera que a nadie se le ocurrió dialogar con Tejero y los golpistas del 23-F no se puede dialogar con gente que pretende causar un daño a España infinitamente mayor que aquellos militares levantiscos. De la misma manera que nadie intenta dialogar con el que pretende robar y asesinar sino que se recurre a las fuerzas del orden o se opta por la defensa propia, no se puede dialogar con los que han lavado el cerebro a una sociedad empapándola de odio contra España, primero, y fracturándola, gravemente, después. De la misma manera que nadie pretende dialogar con un ejército invasor sino que lo resiste, no se puede dialogar con los que quebrantan la legalidad, provocan la violencia callejera y difunden calumnias sobre España. Son delincuentes y delincuentes de la peor especie para la vida de la nación y a esa calaña sólo se la puede detener, juzgar y encarcelar a menos que la sociedad esté dispuesta a quedar a merced de cualquier mafia poderosa – política o social – el día de mañana. Seguramente, alguno dirá que soy un facha. Soy tan facha como los franceses que contemplan con orgullo que su ejército tenga tomadas las calles desde hace un año para defenderlos. Soy tan facha como los británicos que respaldaron a Tony Blair cuando suspendió la autonomía del Ulster en repetidas ocasiones. Soy tan facha como los norteamericanos que aplaudieron a Kennedy cuando envió a la Guardia nacional a Mississippi para mantener la ley frente al gobierno del estado. Seguramente es porque creo que con los golpistas no se dialoga. La policía los detiene; los jueces los condenan y las prisiones los custodian.