En un acto auspiciado por el Centro Cultural Argentino y el Inter American Institute for Democracy pude contemplar noventa minutos de metraje en el que, sin concesión alguna, charlaban Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis. Para los que no conozcan bien la reciente Historia de Argentina, diré que Graciela Fernández Meijide es una campeona de los derechos humanos cuyo hijo Pablo fue “desaparecido” en 1976 por el gobierno militar y Héctor Leis, un antiguo miembro de la organización terrorista Montoneros. De ambos se esperaría que cargaran, amarga y parcialmente, contra la dictadura militar atribuyéndole todos los males habidos y por haber y que incluso pretendieran pintar, como ahora el kirshnerismo, a los terroristas de entonces como heroicos combatientes por la libertad. Lo que se ve en los diálogos entre ambos es exactamente lo contrario. Leis reconoce que los montoneros fueron un grupo terrorista que actuaba desalmadamente mientras que Fernández Meljide, a pesar del drama de su hijo, no duda en calificar como guerra civil la situación previa al golpe militar, una guerra civil que el ejército, dotado de legitimidad para ello, debía detener. Sin embargo, las posiciones a que han llegado ambos personajes no son de defensa de la Junta militar sino de reconocimiento de una terrible realidad. Los militares estaban obligados a actuar, pero la manera en que lo hicieron resultó absolutamente intolerable. Especialmente conmovedora es por eso mismo la forma en que ambos afrontan el tema del perdón y la de la reconciliación. Mientras Leis subraya que no hay forma de seguir adelante sin dar ese paso, Fernández Meijide considera que nadie puede otorgar el perdón salvo la víctima. Esa diferencia – totalmente legítima – es la única que, a estas alturas, puede enfrentar a dos personajes que reconocen con sensatez, incluso con sabiduría, que el izquierdismo delirante derivó hacia un terrorismo letal; que Argentina se hallaba sumida en una violencia intolerable; que los militares no podían permanecer pasivos ante el desgarro creciente; que la manera en que actuaron no fue, ni de lejos, la más digna y que la utilización de la denominada “memoria histórica” llevada a cabo por el kirshnerismo es una manipulación interesada e indecente. Pocas veces, un simple intercambio de palabras habrá resultado más sincero, más profundo y más aleccionador para todos que en este Diálogos.