Gracias a Dios, aquel período bélico es cosa del pasado, pero la nación sigue enfrentándose con problemas nada baladíes. El primero es, sin duda alguna, la violencia. A día de hoy, El Salvador compite con Honduras por el primer puesto en la lista de naciones más inseguras del mundo. Tanto si es el campeón como si está ubicado en segundo lugar hay que reconocer que no se trata de una condición envidiable. Como puede entenderse con facilidad, la existencia de la extorsión más que generalizada y la presencia de las denominadas maras contribuyen a debilitar la economía, a desanimar la inversión y a aumentar el número de parados. A este drama, se suman la proverbial corrupción de las naciones hispanoamericanas y la llegada al poder en marzo de este año de un presidente que fue comandante en su día del FPL o Fuerzas populares de Liberación Farabundo Martí. En una nación como España donde las franquicias de ETA ocupan concejalías y escaños parlamentarios y gobiernan ayuntamientos semejante circunstancia quizá no resulte tan llamativa, pero para El Salvador es, innegablemente, letal. La gente del FMLN, que es el nombre adoptado por los herederos de la guerrilla de izquierdas, no han dudado – tampoco es tan extraño – en alinearse con esa siniestra coalición de dictaduras hispanoamericanas que reúnen desde el jurásico castrismo al fascismo chavista pasando por el indigenismo de Evo Morales o el populismo de Correa. A decir verdad, el FMLN sólo tiene como valladar para implantar un sistema como el que padece Venezuela a la Corte Suprema, porque ARENA, el partido de derechas, no está destacando por su sagacidad política. Un chavismo salvadoreño con bandas callejeras que podrían pasar de la delincuencia al matonismo político, como ya sucedió con las camisas pardas de Hitler, resulta más que posible en una nación que ha padecido de manera continua la violencia en las calles y los escuadrones de la muerte. Que El Salvador siga tan terrible derrotero mientras el actual gobierno contribuye a agudizar los problemas económicos como ha sucedido en Venezuela, desde luego, no es imposible.