Junto a Gerard Depardieu, Steven Seagal o el ganador del Oscar, Nikita Mijalkóv aparecíamos cuatro españoles de los que tres ejercemos el periodismo – los otros dos se encuentran desaparecidos en Siria – y un político del PP que asistió como observador al referéndum de Crimea. Semejante atropello a los derechos humanos más elementales provocó una enérgica reacción de algún gobierno y ese antiguo chocolatero conocido como Poroshenko y también por el mote de Porky reculó y sacó a los periodistas de su inmunda lista. Sólo se permitió una excepción. Esa excepción es la persona que escribe estas líneas. Las razones para semejante honor eran dos. La primera era la acusación de que yo había participado como observador en el referéndum de Crimea y la segunda que había afirmado que Ucrania es una nación artificial. La primera es una asquerosa mentira porque jamás he sido observador en ningún referéndum ni elección ni en Crimea ni en ninguna parte del mundo. Pero aunque fuera verdad – que no lo es - no habría cometido ningún acto que un sistema democrático, le gustara o no, condenaría. Claro que la Ucrania nacionalista es todo menos democrática. La segunda es cierta. Ucrania es una nación artificial como sabe cualquier historiador serio y por ello, en la última década, los nacionalistas, derrotados en las elecciones, han dado dos golpes de estado para mantenerse en el poder. Creo que el relato histórico de los nacionalistas ucranianos – que combatieron en las SS hitlerianas y fueron colaboradores indispensables del genocidio nazi – es una absoluta falsedad que nadie escucharía de no ser porque hay intereses en mantener el este de Europa en pie de guerra. Creo que el nacionalismo ucraniano, corrupto y carente de escrúpulos, está causando un daño extraordinario a la UE y a España al provocar un enfrentamiento absurdo e innecesario con Rusia. Creo que el nacionalismo ucraniano que ha provocado una guerra civil está dispuesto a arrastrarnos a otra internacional para seguir robando desde el poder. Y ahora que me meta en otra lista Poroshenko. No pienso visitar un país donde su gobierno ha bombardeado a ancianos, mujeres y niños inocentes provocando la salida de dos millones de refugiados ante un Occidente que miraba hacia otro lado.