En este caso concreto, tanto el PP como Podemos se han apresurado a señalar que los resultados de Andalucía no se pueden extrapolar al resto de España. La afirmación – lo digo sin la menor ironía – se corresponde con la verdad. En otras partes de España, por ejemplo, no existe un régimen socialista que se haya mantenido durante tres décadas y que resulta incombustible; en otras partes de España, el desgaste del PSOE ha sido mayor y, en otras partes de España, PSOE y PP no son las fuerzas políticas más importantes. A partir de las elecciones andaluzas deducir quién se hará con la alcaldía de Lugo, el gobierno de La Rioja o la Moncloa exige un atrevimiento ciertamente temerario. Con todo, existen aspectos que no pueden pasarse por alto. El primero es el castigo asestado al PP por sus votantes. Por muchas vueltas que se le dé, el candidato no se merecía los peores resultados en décadas – a decir verdad, tengo la sensación de que ganó los debates – y, desde luego, ha recibido en sus nalgas la patada que muchos quisieran darle a Rajoy y a Montoro. Y digo Montoro porque para millones de votantes del PP – autónomos, pequeños y medianos empresarios, profesionales, clases medias a fin de cuentas – constituye el símbolo paradigmático de cómo las cosas no han sido como se esperaban ya que en lugar de bajar unos impuestos asfixiantes procedentes de la época de ZP se han incrementado más de medio centenar de veces con pavorosas consecuencias. Seguramente, el PP no va a pagar – en contra de lo que ha expresado el ministro Margallo – recortes en sanidad o educación derivados de las distintas CCAA, pero sí se enfrenta con el desaliento y el pesar de unas empobrecidas clases medias que le otorgaron la mayoría absoluta. En cuanto a Podemos no va a sustituir al PSOE, pero se consolida como la fuerza decisiva para devolver a la izquierda al poder. Los datos de Andalucía no son, ciertamente, extrapolables, pero o mucho cambian las cosas o a finales de año el gobierno surgido de las urnas adoptará la forma de una coalición o bien de PP-PSOE para intentar que la recuperación sea realidad o bien de PSOE-Podemos camino a la Venezuela que, de manera nada casual, Felipe González ha decidido cuestionar abiertamente en el plano internacional.