A mí – puedo decirlo con satisfacción – el difunto gorila rojo no me engañó nunca. Desde el primer momento, me percaté de que era un fascista clásico, es decir, el que llega al poder por las urnas y luego, como Mussolini, se dedica a deshacer la democracia controlando a los jueces y a los medios de comunicación a la vez que apoderándose del sistema electoral. Que se llamara Benito en los años veinte y Hugo a inicios del siglo XXI no cambia las cosas. También Hugo Chávez, como Mussolini, odiaba la democracia liberal, arremetía contra las naciones que la representan – como Estados Unidos o Israel – buscaba su alianza con el islamismo más radical - ¿acaso no regaló Mussolini las columnas blancas de una de las mezquitas situadas en la explanada del Templo en Jerusalén? – decía que era el amigo de los pobres y se inventaba un pasado bolivariano de la misma manera que Benito se inventó uno romano. Pero Chávez tuvo dos ventajas sobre el italiano. La primera que Fidel Castro decidió aferrarse a él para, a cambio de petróleo, prometerle que sería su sucesor. Con el abrazo vino todo el legado siniestro de espionaje, policía y milicia propio del castrismo. La segunda que, a diferencia de lo sucedido con Mussolini, los detritus de la izquierda mundial se apresuraron a ir a Venezuela a aplaudir – y cobrar – del neo-fascista. Es sólo ver los profesores universitarios que se pasaron por la Venezuela chavista para lamer las botas y las rendijas del vientre del ya difunto gorila rojo y ponerse a vomitar. Pero en gestos como esos se percibe por qué no hay una sola universidad española entre las ciento cincuenta primeras del mundo y por qué, salvo contadas y honrosas excepciones, se contempla con profundo desprecio a los catedráticos españoles desde el extranjero. Humillarse ante Stalin era moralmente criminal, pero el georgiano estaba a años luz de Chávez. Puestos a venderse al Mal siempre mejor con el Diablo que con el santero del tercero izquierda. Al parecer, las cabezas de la izquierda española que le hacen el caldo gordo al chavismo por una subvención y un viaje están dispuestos a vender su alma a la bruja de las velas negras. Ahora, Maduro – también es causalidad compartir inicial con Mussolini – ha decidido reprimir salvajemente a la oposición venezolana. Una vez más, los que han apoyado los totalitarismos más repugnantes, como el cubano, sacan la cara por él. Incluso arrojan la palabra “fascista” sobre aquellos que tan sólo pretenden defender la libertad y evitar que su patria sea una colonia de la Cuba de Castro. En realidad, no insultan a nadie. Al gritar “fascista” únicamente se presentan a si mismos porque si a día de hoy existe una nación donde se esté siguiendo con la precisión del tiralíneas las tácticas de Mussolini, ésa es la Venezuela chavista.