El que llevó a España – bien ayudado por Solbes – al borde de una situación como la del corralito argentino; el que arrastró a la nación a las simas de corrupción más profunda de toda su Historia, una corrupción que pasaba por el Banco de España, la guardia civil, los ayuntamientos y un largo etcétera; el que se las arregló para que no lo procesaran por el terrorismo de Estado del GAL por el que fueron juzgados y condenados varios de los hombres que estaban a sus órdenes, ése, el mismo que viste y fuma los puros de su amigo Fidel, anda dando lecciones de moral en mítines. Lo hace supurando resentimiento. No perdonará nunca a la prensa libre que expusiera sus vergüenzas a la luz y carga contra Pedro J. Ramirez y Federico Jiménez Losantos haciendo jueguecitos de palabras con sus apellidos. Tampoco puede perdonar que el PP le ganara unas elecciones y que luego obtuviera mayoría absoluta, así que Rajoy es, según él, un imbécil. No deja de ser, como mínimo, patético, pero explica muchas cosas. Al final, ZP no es una mutación extraña que se puede contraponer al buen Felipe. ZP es un hijo de Felipe González que ha intentando librarse de su insoportable padre, pero que, llegadas las dificultades, le ruega que le haga el trabajo sucio. Se lo está haciendo, pero qué nauseabundo resulta.