Pues bien, voilá, el “químico prodigioso”, el portavoz de los gobiernos del GAL y de la corrupción, el violador de la jornada de reflexión en 2004, se lo ha servido en bandeja a su jefe. Naturalmente, es una casualidad que esta operación tenga lugar unas horas antes del debate con Rajoy. Como también es una casualidad que el lunes que debían publicarse las cifras del paro, el ministro Caldera, inefable señor del Tippex, no las haya comunicado a los ciudadanos que le pagamos el sueldo. Un malicioso pensaría que estas dos acciones son golpes bajos lanzados por debajo de la cintura de Rajoy que colocan por enésima vez la calidad de nuestra democracia al sur del Río Grande. Pero sólo llegaría a esa conclusión un malpensado porque todo el mundo sabe que se trata de - ¡oh, casualidad, casualidad! – una simple casualidad.