En los últimos tiempos, raro es el día que no me llega alguno de los nuevos fraudes píos a través de las redes sociales. Uno de los últimos es un texto supuestamente de Gerald Brenan arremetiendo contra Rajoy y la situación española actual. A mi, Brenan nunca me pareció nada del otro mundo, pero, en cualquier caso, dado que murió en 1987, salvo que se haya manifestado en alguna sesión de espiritismo reciente, el texto difundido tiene que ser más falso que un euro de plástico.
Algo parecido sucede con una poesía atribuida a Espronceda y que parecería una descripción de la España de hoy. Que el texto presenta paralelos con el presente resulta obvio; que no lo escribió Espronceda todavía es más claro.
A estos dos fraudes clamorosos añádanles ustedes todas las referencias falsas que aparecen en internet atribuidas a Arturo Pérez Reverte, a Gandhi, a Putin o a cualquiera que pasaba por allí. Al fin y a la postre, no son más que mentiras propaladas a sabiendas y atribuidas a alguien que no puede negarlos – el caso de Brenan clama al cielo – para hacer avanzar un punto de vista concreto. En estas ocasiones, antes de leer el mensaje con entusiasmo y comenzar a difundirlo urbi et orbi como un argumento más a favor de tesis ya más que asumidas, sería bueno que los lectores tuvieran algo del espíritu de Lorenzo Valla examinando lo que tienen ante los ojos y determinado si es o no verdad. Aún mejor sería que siguieran el mandato dado por el apóstol Pablo a los tesalonicenses de examinar todo y retener lo bueno. Y es que el fraude por muy piadoso que sea, por muchas bendiciones papales que ostente y por mucha agua bendita que rezume no deja de ser una estafa.