Tras haberla preparado en inglés, mis acompañantes en el evento que tenían la intención de pronunciar las suyas en español y decidí sumarme. Como moderador, se encontraba el embajador Otto J. Reich. Tendré oportunidad de colgar el video de la ponencia e igualmente el texto – en español – de la misma en su versión completa ya que se va a publicar en un volumen “ad hoc”. También colgaré algunas fotos mías con los que intervinieron y con la congresista Ileana Ros-Lehtinen, presidenta hon. del comité de Asuntos exteriores de la Cámara de representantes de los Estados Unidos que clausuró el acto, pero, de momento, quisiera adelantar algunas cosas. En primer lugar, el evento tuvo una calidad extraordinaria. La ponencia sobre La lucha contra la corrupción de Alberto Precht que dio incluso estadísticas de lo que cuesta a distintas naciones ese fenómeno, la de Carlos Manfroni sobre la Convención interamericana contra la corrupcióny, muy especialmente, la de Carlos Sánchez Berzaín sobre la relación entreDemocracia, dictadura y corrupción fueron sensacionales en la primera parte del evento, pero la que realizó, en la segunda, Guillermo Lousteau sobre la corrupción en Argentina, en mi modesta opinión, superó a todas. Hubo momentos – lo reconozco – en que pensé que hablaba de Cataluña, pero, no, se refería a la Argentina y las historias que relató fueron absolutamente inverosímiles de no ser porque eran tan reales como Pujol y el asunto de los EREs por citar sólo dos casos españoles.
Para los que conocen la realidad del Norte y la del Sur del continente existen pocas dudas – si es que hay alguna – de que el distinto trasfondo cultural ha dado resultados muy diferentes. Es mi convicción desde hace años y no voy a abundar en ello, pero, como me contaba uno de los conferenciantes en el avión de regreso a la Florida: “si sumas a los españoles que eran corruptos y saquearon y a los incas que eran unos explotadores de la peor especie… el resultado somos nosotros”. Cámbiese incas por otros grupos y la afirmación la repiten los que conocen la Historia y la política del centro y del sur del continente. No es un relato grato para nacionalistas, pero los conceptos de colonización, de supremacía de la ley, de poder político y de posición frente a la verdad o respeto a la propiedad privada son tan distintos que el resultado también tenía que serlo.
Una última nota: no hablé de España. Mi ponencia – lo repito – era sobre el concepto de corrupción y como ha ido evolucionando históricamente. Los interesados en el Antiguo Egipto, Uruk o la democracia ateniense la encontrarán interesante y quizá incluso divertida. Los que esperen algo más cercano en el tiempo y el espacio quizá no se entretengan tanto. En otro orden de cosas, creo que regresaré, Dios mediante a Washington, en breve, pero no adelantemos acontecimientos porque, con seguridad, antes tendrán ustedes la oportunidad de volver a escucharme en radio.