Lo que ha llevado a la Unión Europea – en especial, a algunas naciones – a una situación harto peligrosa es la suma del gasto público desaforado, de una deuda astronómica, de unos impuestos más que elevados y de una corrupción política que utilizaba todos esos mecanismos para crear clientelas que apuntalaran su posición en las elecciones y mantener los privilegios de determinadas castas. Cuando la economía se resintió por esa suma perversa – en España, la crisis estalló un año antes que la mundial y por razones propias – la única salida realista habría sido desandar el perverso camino transitado durante años bajando drásticamente los impuestos, reduciendo la deuda y el gasto público y desmantelando las redes clientelares. Más de una nación, como es el caso de Grecia, pero también el de España, ha hecho lo contrario, es decir, ha subido los impuestos, se ha endeudado más y ha aumentado el gasto público. Sin embargo, dadas las presiones de Bruselas sí ha realizado recortes en áreas como sanidad, educación o protección social. El resultado directo de esa conducta es que se ha creado una sensación falsa de austeridad cuando, en realidad, se aumentaba el gasto. No era, pues, una política de austeridad, como se afirma, sino de profundización de los errores pasados provocando además que la carga recayera de manera más pesada sobre los más indefensos y estrangulando de tal manera la economía que el desempleo ha aumentado. Ahora Syriza se plantea llevar a cabo un programa que subirá los impuestos, que aumentará el número de funcionarios y que incrementará el gasto público casi un 16% respecto a las cuentas de 2013, lo que equivaldría a algo más de 68% del PIB si se toma como referencia ese ejercicio. En otras palabras, la izquierda y la derecha en Grecia han caminado con perseverancia durante décadas hacia el desastre económico y social, ahora Syriza se dirige corriendo hacia ese mismo final. Es, desde luego, la mejor receta para la ruina porque el problema es la suma de corrupción y exceso de gasto y no la austeridad, estúpido.