Matices y ampliaciones aparte, ahí se encuentra la clave de una derrota histórica de un PP que, al no superar el treinta por ciento de los votos, ha perdido plazas históricas. La dirección actual del PP no ha querido ver. Por ejemplo, no tengo la menor duda de que la gestión de Montoro le ha costado al PP no menos de dos millones de votos. La mayoría de sus votantes estaba dispuesta al sacrificio, pero no han visto razón alguna para que se les suban los impuestos docenas de veces y sufrir la mayor presión fiscal de Europa salvo Suevia para que ese dinero sea entregado al gobierno nacionalista de Cataluña, a mantener millares de asesores inútiles o a dejar abierta una infinidad de estériles empresas públicas. Tampoco ha querido ver que el estrangulamiento fiscal de empresas y autónomos, el referéndum de Mas, las franquicias de ETA en las instituciones y la reforma alicorta del aborto serían castigadas. Pero lo peor no es que no hayan querido ver, es que, por añadidura, se han negado a escuchar. Me consta que ha habido quien avisó a altos cargos del PP de lo que podía suceder en la Agencia Tributaria, de las consecuencias de no intervenir ni una sola de las CCAA o de lo que vendría tras la aparición de Podemos. Ni una sola de esas voces, incómodas, pero no desleales, fue escuchada. En algunos casos, incluso fueron represaliadas. En paralelo, se han cantado las excelencias de un avance económico que, sean o no exagerado, no ha sido percibido, por ejemplo, por el cincuenta por cien de los jóvenes que están desempleados. Y, como guinda de tan inquietante pastel, la negativa a hablar. Están los que han callado por no molestar al ministro, los que han preferido no discutir consignas contraproducentes, los que han optado por la adulación frente a la crítica leal, pero también esos políticos que no han descendido a hablar con sus conciudadanos, unos conciudadanos que el domingo se quedaron en casa antes que otorgarles nuevamente su confianza. Si nada cambia, en noviembre, el PP obtendrá en torno a ciento treinta diputados y, salvo gobierno de Gran Coalición, el Frente popular regirá España. Se mire como se mire, es mucho tributo por no ver, no oír y no hablar.