Aquellas cabezas pensantes llegaron a la conclusión de que el Estado islámico sería lo suficientemente brutal como para poner en jaque a una organización terrorista teledirigida por Irán y por eso lo parieron, lo entrenaron, lo financiaron y lo armaron. En un momento determinado, fascinados por su retoño decidieron utilizarlo en Siria para derribar a Assad, el único dictador del área que mantiene buenas relaciones con Rusia. Tan contentos estaban con el invento que el propio John McCain viajó a aquellos parajes en 2014 y regresó alabando a aquellos musulmanes “moderados”. Los “moderados” optaron por hacer la guerra por su cuenta – como los taliban, como Al Qaida… - y ahora tienen contra las cuerdas al ejército iraquí y pueden acabar imponiéndose en Siria. En otras palabras, el plan clarividente de los que pensaban arreglar Oriente Medio ha creado una inestabilidad cuyas últimas y pavorosas consecuencias apenas nos atrevemos a imaginar. No es, por otro lado, la primera vez que sucede. Recordemos cuando los “guardianes” de Israel decidieron respaldar a Hamás en la creencia de que se trataba de una especie de Caritas coránica que contrapesaría a la OLP de Arafat. Es de suponer que los responsables habrán acudido al muro de las lamentaciones a pedir el perdón por semejante pecado de presunción. A todo ello añádase la invasión de Afganistán o la de Irak, episodio este último del que se distanció hace unos días Jeb Bush como antaño lo hiciera Hillary Clinton. Aznar creyó la información que le dieron igual que sucedió seguramente con Tony Blair. Sin embargo, a estas alturas sabemos de manera más que documentada que el presidente Bush, Condoleezza Rice, Donald Rumsfeld y Colin Powell mintieron al afirmar que Iraq tenía armas de destrucción masiva. De hecho, no sólo faltaron a la verdad sino que hicieron lo posible porque no se conociera. Se mire como se mire, no es para sentirse satisfechos por la política internacional seguida por Occidente en la última década y media. A decir verdad, si determinadas potencias siguen jugando con fuego el día menos pensado nos vamos a quemar los que vivimos en el seno de las democracias. Y es que con mentes tan privilegiadas para alcanzar el Apocalipsis no vamos a necesitar ni siquiera la asistencia maléfica del mismo Diablo.