Los que así pensaran debieron sentirse muy desilusionados cuando en abril, el ministro del PP Álvaro Nadal abrió la puerta para que en el invento entrara Italia. Permitir la entrada de otra nación, aunque sea aliada, en una cuestión como las tareas de inteligencia es, como mínimo, delicada. Una cosa es que se pueda compartir e intercambiar información y otra es que se pasee por ella como Pietro por su casa. Pero no ha quedado la cosa en Pietro. El último consejo de ministros celebrado el año pasado y descrito en la página de Moncloa que, por lo visto, leemos muy pocos, autorizó la entrada nuevamente de Pietro, pero también del alemán Pieter en Hispasat y, especialmente, en Hisdesat Servicios Estratégicos SA, es decir, en actividades relacionadas directamente con la defensa nacional y las labores de inteligencia de España. Si además suman ustedes las participaciones francesas en otras entidades intervinientes resulta que en nuestras tareas de inteligencia van a entrar Pietro, Pieter y Pierre como si cabalgaran por su cortijo. ¿Se imagina alguien a Estados Unidos entregando una parte de su tarea de inteligencia a los británicos por muy “primos” que se les llame en las novelas de John LeCarré? ¿A alguien le cabe en la cabeza que China pudiera encargar un sector de su inteligencia a la gestión de India por muy miembro de los BRICS que sea? ¿Se le puede pasar a alguien por la imaginación que Putin toleraría que su flamante servicio de inteligencia compartiera sus satélites con cualquier potencia por muy próxima que resultara? Son preguntas que se responden por si mismas. Sin embargo, primero, un gobierno del PP y ahora otro gobierno del PSOE han decidido que en nuestra fuerza satelital militar entren otras naciones como la Alemania que reconoció a Croacia y Eslovenia, la Italia que nos manda inmigrantes ilegales y la Francia que sigue controlando buena parte de África. Claro que, con seguridad, sólo pensarían en nuestro bien si tenemos un conflicto a la eslovena en Cataluña o en el sur con Marruecos, reino, por cierto, donde se ha restaurado el servicio militar obligatorio quizá en previsión de un conflicto armado.