Un tanto sorprendido por la estruendosa algarabía decidí verlo y hacerme mi propia composición de lugar. Juzguen ustedes. Un chico y una chica se encuentran sentados a la mesa y él la reconviene porque, a pesar de llevar saliendo un tiempo, se dedica a coquetear en las redes sociales. Cuando ella le pregunta si la ha estado espiando el muchacho le dice que se ha limitado a observar lo que está a la vista de todos. La muchacha señala que el hecho de mantener contacto con chicos en ciertos foros no necesariamente significa que esté ligando y que ella prefiere llevar la relación a un ritmo más lento. El muchacho, apesadumbrado, indica que entonces no tiene sentido que siga allí, se levanta y se va. Vaga apenado por un corredor del comercio anunciante cuando descubre que, al fondo, la muchacha le ofrece un corazón o una X. el joven echa mano del primero y ambos sellan la reconciliación. Personalmente, estoy convencido de que si los protagonistas hubieran cambiado sus papeles, los desnortados de la ideología de género habrían aplaudido porque la parte femenina vigilaba lo que hacía la masculina – indigna de confianza por definición – y, finalmente, lo había plantado. Como no es así, se han puesto como basiliscos. La realidad es que la realización del anuncio es sobria y adecuada. El estilo del muchacho es elegante ya que sin levantar la voz y sin aspavientos, manifiesta con la mayor discreción su falta de interés en una relación sin responsabilidad igual para ambas partes. El mensaje me parece además impecable. Me resulta incluso conmovedor que en esta época alguien se atreva a propugnar un amor que es exclusivo entre dos personas, que cree en el compromiso mutuo, que sólo está interesado si no se estanca y avanza y que lo vive con suficiente generosidad como para reconciliarse y seguir adelante. Aún es más destacable que unos grandes almacenes hayan sido capaces de, por encima de sus legítimos intereses mercantiles, utilizar una pieza dotada de tanta delicadeza en la que no hay una sola grosería, una palabra más alta que otra o un mal gesto. Lo reitero: me gusta el anuncio. Muchísimo.