Ya fueran mujeres maltratadas que deseaban la separación; minusválidos en busca del reconocimiento de una pensión o atrapados en sumarios sin la menor posibilidad de defenderse, todos ellos tenían algo en común: compartían la indigencia. El turno de oficio suplía su carencia de medios de fortuna y lo hacía sobre la base de abonarnos unas cantidades simbólicas – algunos dirían que misérrimas – por representarlos y defenderlos. Añadan a esto que las cantidades se cobraban si no me falla la memoria por semestres y además semestres más que atrasados. Económicamente, el turno de oficio no presentaba el menor interés, pero, desde una perspectiva humana, proporcionaba, al menos, la satisfacción de contribuir a que el derecho a la justicia se convirtiera en realidad para los más menesterosos. Ese derecho está siendo cuestionado de manera sangrantemente dolorosa por el ministro de Hacienda Cristóbal “Nosferatu” Montoro. Distintos colegios de abogados han informado ya a los letrados de que los beneficiarios del turno de oficio deberán abonar un 21 por ciento de IVA por los servicios recibidos. Las consecuencias de esta medida serán – no lo dudo – catastróficas. ¿De dónde van a sacar los que recurren a este servicio el 21 por ciento del IVA si, en muchos casos, están encarcelados o no tienen ni donde caerse muertos? Aún más, ¿cuántos abogados no decidirán abandonar este servicio? En España, a diferencia de otras naciones, el IVA es adelantado por empresas y particulares aunque no lo hayan cobrado. Esa voracidad indigna moralmente de la Agencia tributaria española ha llevado a la quiebra a millares de empresas y profesionales. Si alguien emite una factura de mil euros, ya, desde ese momento, ha de abonar a Hacienda doscientos diez. Si, efectivamente, la cobra, recupera con retraso un dinero que ha adelantado a Hacienda, pero ¿y si no cobra? Pues pierde ese dinero que miserablemente se ha embolsado Montoro. Doscientos diez euros no es una gran pérdida, pero ¿qué sucede si la cifra es más elevada? Por ejemplo, una empresa factura cien mil euros y debe ya abonar ventiun mil. Si se le suman esos impagos, quebrará como ha sucedido con millares desde 2007 hasta el día de hoy. Pero no nos desviemos. Hasta ahora con el turno de oficio no se ganaba y, a veces se perdía algo por eso de los gastos de transporte, pero, en el futuro, se perderá de seguro un 21 por ciento de IVA. Mucho me temo que, ante semejante perspectiva, no serán pocos los abogados que se darán de baja, no por falta de sensibilidad social sino por el deseo de no sufrir más un acusado quebranto económico. Yo comprendo que alguien como Montoro que ha demostrado una clamorosa incapacidad a la hora de controlar el déficit y que ha provocado un aumento de la deuda pública hasta superar el cien por cien del PIB ande buscando recursos como un poseso. Lo entiendo aunque aún entendería más que el presidente del gobierno lo hubiera echado hace años. Sin embargo, una calamidad así podría recortar,por ejemplo, esos cuatrocientos millones de euros que, según el juez Santiago Vidal, el gobierno de Cataluña dedica a la independencia. Sin embargo, antes de tascar el freno a los secesionistas catalanes, Montoro ha preferido subir el IVA de la montura de las gafas y ahora inventarse un 21 por ciento para el turno de oficio. Quizá esté encantado de su ocurrencia, pero con ella convierte en una burla el derecho a la justicia para todos. Aún más: deja de manifiesto que el gobierno de Rajoy en el lugar donde los mortales tienen corazón, sólo alberga una caja recaudadora.