Primero, los que piensan que el sueño americano ha dejado de cumplirse. Toda su vida han creído que existía un pacto no escrito que aseguraba que, trabajando, respetando la ley y pagando impuestos podrían acabar teniendo una casa propia, un retiro digno e incluso la posibilidad de enviar a los hijos a la universidad. A día de hoy, ese pacto social ya no se corresponde, lamentablemente, con la realidad, pero ellos piensan que Trump puede volver a reactivarlo. Segundo, los que desean “ley y orden”. Están cansados de escuchar malas noticias – aunque vengan del otro lado del Atlántico – y les horroriza que alguien pueda disparar a un policía o que lo que sucede en Europa acontezca en territorio americano. Tercero, los que están cansados de aventuras extranjeras. En contra de lo que pueda pensarse en el extranjero y en contra de la línea seguida por políticos y medios, el americano medio es aislacionista. Tras década y media de conflictos armados irresueltos, son millones los que no ven razón alguna para que sus muchachos sigan en Irak o en Afganistán. Antes de adecentar la casa ajena, desean que se arregle la propia. Cuarto, los que están hartos de que las corporaciones americanas se vayan al extranjero. Recuerdan una época en que Estados Unidos daba trabajo a millones en industrias que, hace ya tiempo, se han desplazado a China o a México. Ansían que esas compañías americanas den trabajo a americanos en suelo americano. Quinto, los que desean que se cierre la puerta a los inmigrantes. No están en contra de la inmigración en si, pero consideran que no se puede seguir soportando un flujo continuo de extranjeros. En especial, les preocupan los mexicanos – el ochenta por ciento de los hispanos en Estados Unidos – y los musulmanes que, desde su punto de vista, no están convirtiendo Europa precisamente en un remanso de paz. En este grupo se encuentran también aquellos inmigrantes ya establecidos en Estados Unidos que desean, lisa, llana y claramente, que se cierre la puerta porque ellos ya están dentro de manera irreversible. Sexto, los que consideran que el gasto público es excesivo. En realidad, el número de funcionarios en Estados Unidos no es elevado si se compara con el resto del continente o con Europa - ¡no digamos ya con España! - pero, para muchos norteamericanos, se trata de una situación intolerable. Séptimo, los que piensan que les están robando su país. Recuerdan un tiempo en que había menos intervención pública, en que la economía giraba en torno a la producción y no a la especulación, en que no hubo guerras interminables, en que los rostros que veían por la calle no eran extranjeros que están ocupando sus espacios vitales. Piensan que su nación ha cambiado, que no lo ha hecho a mejor y que está siendo punto menos – o punto más – que invadida. Sus aspiraciones son contradictorias ya que no es posible ser aislacionista y, a la vez, seguir la política agresiva de los Bush y tampoco es posible defender el libre mercado y optar por el proteccionismo. Es igual. Todos los mencionados – y algunos más - votarán a Trump.