Por supuesto, Xi, el presidente chino, ha contestado con una medida aparentemente similar en la convicción de que una capitulación frente Trump sería nefasta para su nación. En apariencia, Xi está utilizando la misma estrategia de Trump. No es así. Aplicando el segundo principio de Sun Tzu, está golpeando en la debilidad del adversario. Trump desea ser reelegido presidente y ese enfrentamiento electoral tendrá lugar dentro de año y medio. Trump es, pues, más vulnerable que Xi y lo es porque los productos americanos que reciben el golpe chino proceden de manera fundamental de estados donde el presidente americano se impuso electoralmente hace tres años. Se trata, en general, de swing states que pueden ser decisivos en las próximas elecciones y donde Trump perdería su apoyo de cara a la reelección. Trump no puede, por lo tanto, arriesgarse a que voten demócrata por un contragolpe económico chino. Por añadidura, Trump no es consciente de hasta qué punto la realidad económica mundial es diferente de cómo la imagina. El presidente de Estados Unidos se ha encastillado en salvar sectores económicos que no podrán competir jamás con China sobre la base de los bajos precios. Ciertamente, Estados Unidos podría conservar su hegemonía, pero jamás sobre la base de unos planteamientos que, como en otras áreas de la política internacional, son equivocados por lo obsoletos. Esa dificultad para entender un mundo cambiante y multipolar está pasando factura en Oriente Próximo y en Hispanoamérica y – lo que resulta mucho peor – en Extremo Oriente y el área del Pacífico. Ciertamente, China es todavía en la actualidad una potencia inferior a Estados Unidos, pero la manera en que están jugando sus cartas Trump y Xi hacen prever una victoria del reino del medio sobre el país de las barras y las estrellas. La razón es que Xi está aprovechando las debilidades de un presidente que quiere ser reelegido y que no puede permitirse perder el apoyo de su base electoral en varios estados decisivos. Al golpear en el punto más débil del adversario, Xi aplica uno de los principios fundamentales del Arte de la guerra de Sun Tzu y cuenta con razonables posibilidades de ganar el envite.