Nadie querrá recordarlo, pero cuando hace cuarenta años falleció Franco la mayoría de los españoles tenía más miedo e inquietud que júbilo y ganas de revolución.
Ando estos días por tierras del Perú dictando unas conferencias y, a la vez, disfrutando de un país que me parece maravilloso y que – lo reconozco – está muy cerca de mi corazón. Espero, Dios mediante, ir contando en próximos posts más cosas de este lugar sensacional y también colgar mis conferencias, pero antes debo realizar un anuncio que me parece de relevancia.
Uno de los grandes males del nacionalismo catalán es el de proceder históricamente de posiciones poco elevadas.
Vivir en el exilio no es fácil y lo dice alguien que tiene una situación mucho mejor al respecto de la de no pocos cubanos, venezolanos o bolivianos que viven cerca de mi.
El fin de semana llegaba lentamente envuelto en ocio y diversión cuando, de la manera más inesperada, nos sacudieron el alma con una cadena de monstruosos atentados en París. ¿De la manera más inesperada? No. No lo fue. En las horas anteriores, ISIS había perpetrado dos atentados con docenas de muertos en Iraq y Líbano, pero de Iraq, tras una década de sangre, no deseamos acordarnos y el Líbano nos resulta lejano.