A partir del capítulo 10, el libro de Zacarías cambia de estilo y pasa de los oráculos prácticos y puntuales a una sucesión de descripciones del tiempo futuro. Ni que decir tiene que esas características especiales han sometido el texto a no pocas especulaciones que, lógicamente, van cambiando con el paso de los tiempos, demostrando, dicho sea de paso, su escasa base. A pesar de todo el texto puede entenderse con notable claridad si se encuadra en el contexto de las Escrituras.
Hace unos días les prometí que pronto les daría los datos para matricularse en el campus literario dedicado a la Reforma en español. Llegó la hora. Como podrán ver por el cartel adjunto, además de nuestro campus literario, tendremos una serie de exposiciones sobre una Reforma que se escribió en la lengua de Cervantes y Quevedo.
Los debates sobre temas importantes no son muy comunes. Por regla general, todo se reduce a un intercambio de golpes – no pocas veces, bajos - sin entrar en la discusión de argumentos en profundidad.
El año ha dado inicio y Pedro Tarquis ha reanudado la entrevista a las que, gustosamente, me someto una y otra vez cada semana.
De entre los grandes dramas que caracterizaron de manera espantosa el siglo XX, el Holocausto ocupa un lugar de trágica importancia.
A partir de la muerte de Esteban (Hch 8, 1ss) se desencadenó una persecución contra los seguidores de Jesús de la que no estuvo ausente una violencia a la que no cabe atribuir otra finalidad que el puro y simple exterminio de un movimiento que estaba demostrando una capacidad de resistencia considerablemente mayor de lo esperado.
En el año cuarto del reinado de Darío, el persa, a los cuatro días del mes noveno, Zacarías volvió a recibir un mensaje de Dios. La ocasión era muy importante porque el pueblo judío que había regresado del exilio estaba pidiendo consejo a los sacerdotes sobre lo que debían hacer para obtener el favor de Dios en unos tiempos especialmente difíciles (7: 2).
Las primaveras árabes constituyen uno de los peores ejemplos de subversión padecidos por la Humanidad en décadas. Diseñadas al estilo de las revoluciones de colores con las que se intentó cercar a Rusia apelando a la supuesta sed de democracia, las primaveras árabes tan sólo pretendían sustituir poderes independientes por otros, presuntamente, más sumisos.
Muchos recordarán aquella escena excelsa de esa película grandiosa titulada El hombre que pudo reinar, cuando el sargento encarnado por Sean Connery rechaza que los habitantes de Kafiristán lo tomen a él y a su compañero de aventuras por dioses y añade a continuación: “Pero somos ingleses que es casi lo mismo”.