Me levanto frente a la costa del Pacífico y en internet me topo con la noticia de la muerte de Germán Yanke. El pujo de pesar ha sido inevitable.
Para los que ya tenemos al menos cinco décadas a las espaldas, la antigua televisión española significó una serie de referentes culturales que – no vamos a mentir – hoy por hoy, resultan absolutamente inimaginables.
Decía Benavente que en la vida para tener éxito no hay que crear afectos, sino intereses. En otras palabras, para mantener fidelidades y apoyos no existe nada como encontrar unos intereses recíprocos. Si buscamos una superpotencia medularmanente benaventiana – en este aspecto, claro está - forzosamente nos toparemos con China.
No deja de causarme perplejidad cómo se suele abordar el tema de la inmigración con posiciones siempre extremistas. Para unos, es la muestra del sumo bien y para otros, el anuncio del Apocalipsis.
Según la fuente lucana, la solución del problema no debió de resultar fácil ni se decidió de manera inmediata.
Los primeros cristianos pensaron que el primer evangelio fue el de Mateo y no faltan las razones para suscribir ese punto de vista. Cuando se comparan los episodios comunes con el relato de Marcos resulta obvio que éste desarrolla mucho más los materiales y, por lo tanto, es difícil que sea anterior.
Viajar por California constituye un auténtico regalo para los sentidos. Su clima es el mejor de la unión y se parece de manera dulce y generosa al del Mediterráneo español.
Tendría yo unos quince años, cuando en el colegio de San Antón se quedaron sin profesor de francés. Acabaron contratando a un alemán, amigo de George Moustaki, bohemio y enamorado de la vida en España. Tenía el germano opiniones peculiares como cuando, en 1973, afirmaba en relación a España aquello de “Esto es una democracia y no Alemania donde no se puede llegar cinco minutos tarde”.
La última escala de mi viaje por Honduras fue Tegucigalpa, capital de la nación. Fue más que breve que el tiempo pasado en San Pedro Sula, pero no menos intenso.