¿Hay salida? (XVII): de "Loiola" a Navarra pasando por donde sea
Fue un verano en Nashville. Había llevado a mi hija para que tuviera su primer contacto con el Deep South y resultaba obligado acudir a un recital en el Grand Ole Opry. Los intérpretes fueron extraordinarios, pero destacó especialmente un personaje desconocido en España.
La Historia de España, tan notables por no pocos aspectos, constituye un relato cuajado de odios en el que el diferente ha constituido blanco de intenciones represoras e incluso homicidas. Ni siquiera cuando la Inquisición desapareció a principios del siglo XIX tras dar muerte al protestante Cayetano Ripoll se extinguieron las ansias de acabar con el distinto. De hecho, los siglos XIX y XX estuvieron marcados por salvajes guerras fratricidas en que unos deseaban imponerse a otros recurriendo al pelotón, la cárcel o el exilio forzado y donde no se respetó ni a ancianos, ni a mujeres ni a niños.
Creo que más de uno sabe que el sábado pasado fue la graduación de mi hija Lara. Voy a librar a los amables lectores de una descripción de ese acto espectacular que son las graduaciones en una universidad norteamericana. A este lado del Atlántico, son conscientes de la importancia de la universidad y lo demuestran a cada paso. En España, a lo sumo, los rectores te organizan saraos nacionalistas, homenajes a uno de los dos bandos de la guerra civil – que ya huele – manifestaciones sindicales o ruinas de la universidad con acciones económicas dudosas. Incluso hay profesores que defienden dictaduras como la cubana o la implantada por Chávez en Venezuela. Pero ése es otro tema. A lo que yo iba es a que el sábado, mientras se desarrollaba la graduación, en los caminos del recuerdo se me fueron agolpando episodios de los últimos años relacionados con aquel momento.
Querido Paco: no me voy a dirigir a ti como “señor director” o “señor Marhuenda” porque no estamos en la entrega de un premio y resultaría inapropiado. Te llamo como nos tratamos habitualmente. De manera afectuosa y cordial.
Quedaba pendiente la segunda parte de la entrevista que me hicieron en el programa de televisión Agenda Global para hablar de los derechos humanos en Venezuela, aquí la tienen:
Hace muy pocos días, iba acompañando a mi hija cuando en la radio del automóvil comenzó a sonar una canción de Tim McGraw titulada de My Next Thirty Years. Casi sin darme cuenta, me percaté de que, sobre poco más o menos, eso es lo que, razonablemente, me queda de vida en este mundo y, de repente, se me dibujo con claridad lo que pienso hacer con ella en ese tiempo.