Programa completo de La Voz de César Vidal publicado el lunes 24 de septiembre de 2018.
Los datos son sólidos como el peñón de Gibraltar que diría un británico. Si España mantiene su sistema productivo se quedará en la cola de la OCDE durante los próximos sesenta años. Sí, han leído bien. Seis décadas de ser el farolillo rojo si no se cambia la estructura de producción nacional. En otras palabras, la escasez, la precariedad e incluso la pobreza no tendrán su final en el período de vida de los que ahora trabajan ni de sus hijos y con un poco de mala suerte tampoco de sus nietos. Entendámonos. No se trata de una situación inevitable como si un juicio divino fuera. Se trata, por el contrario, de las consecuencias de los actos de distintos segmentos políticos, económicos y sociales. Si España sigue siendo un país rezumante de funcionarios incrustados en el sistema autonómico actual, habrá sesenta años de pobreza. Si España mantiene un sistema impositivo depredador cuya finalidad fundamental es mantener en pie un armazón estatal costoso e inoperante, habrá sesenta años de pobreza. Si España sigue gastando sin ton ni son en lo que se denomina neciamente solidaridad o causas sociales, pero que, como el feminismo y la ideología de género, sólo pretende mantener castas privilegiadas, habrá sesenta años de pobreza. Si España sigue privilegiando presupuestariamente a Cataluña y consintiendo en un latrocinio legalizado como el concierto vasco, habrá sesenta años de pobreza. Si el modelo inmigratorio consiste no en seleccionar a los que vienen a trabajar a España sino en recibir a un ejército de reserva del proletariado que permite mantener los salarios bajos para los españoles y que se sostiene con las subvenciones arrancadas de los bolsillos de los contribuyentes, habrá sesenta años de pobreza. Si los beneficios económicos derivan sobre todo no de la libre competencia y de la superación sino de la cercanía con los que toman decisiones políticas, habrá sesenta años de pobreza. Si la respuesta a cualquier innovación en lugar de asumirla es cortar los calles como los taxistas hacen contra Uber, habrá sesenta años de pobreza. Si por ingresos que en otros países se consideran populares, en España la Agencia tributaria arrambla con más del cincuenta por ciento, habrá sesenta años de pobreza. A tiempo estamos todavía, pero con la salvaje deuda pública que dejó Montoro no queda mucho. Desde luego, no para perderlo desenterrando a un dictador que murió hace décadas.
La vida de Jesús y de sus discípulos durante estos meses estuvo pespunteada por reacciones que confirmaban aquella predicación. Sobre hechos prodigiosos como la curación de una hemorroisa o el regreso de una niña a la vida (Marcos 5, 21-43; Mateo 9, 18-26; Lucas 8, 40-56) o la curación de ciegos y mudos (Mateo 9, 27-34), se superpuso la última visita a Nazaret, una visita que se caracterizó por la incredulidad que Jesús encontró en sus paisanos. Las fuentes, al respecto, son unánimes:
Salió Jesús de allí y vino a su tierra seguido por sus discípulos. Y cuando llegó el shabbat, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, al oírlo, se admiraban, y decían: ¿De dónde le vienen a éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que realizan sus manos? ¿Acaso no es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No se encuentran también aquí entre nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les decía: No hay profeta sin honra salvo en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo curar a unos pocos enfermos, a los que impuso las manos. Y estaba asombrado de su incredulidad. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
(Marcos 6, 1-6. Comp. Mateo 13, 54-58)
La última visita de Jesús a Nazaret debió resultarle especialmente amarga. No sólo sus paisanos seguían empeñados en ver en él únicamente al hermano de algunos vecinos y al hijo de María, sino que además – y esto fue lo que más le dolió – al persistir en su incredulidad, en su falta de fe, se cerraban la única puerta para recibir las bendiciones del Reino. De manera bien significativa, fue en ese momento cuando Jesús dio un paso de enorme trascendencia, el de escoger a un grupo de doce discípulos más cercanos. Pero antes de detenernos en ese episodio, vamos a examinar la enseñanza dispensaba por Jesús a los que lo seguían.
Escuché por primera vez esta canción cuando era niño. En aquella época, bajo el influjo del Vaticano II, en las misas decidieron mejorar un poco el aspecto musical y como la música católica buena brillaba por su ausencia – a lo más que llegaban era a algunas canciones de Ricardo Cantalapiedra y de Kiko Argüello - con bastante sensatez, se dedicaron a echar mano de los himnarios protestantes y, especialmente, de los negro spirituals. Al igual que había sucedido con otros negro spirituals, la adaptación no era ninguna maravilla, pero la canción era muy buena.
Años después ya tuve posibilidad de oírla en versión original. Comprobé entonces que se trataba de una composición sencilla y profunda a la vez. Era una invitación alegre y gozosa para decir en todas partes que Jesús había nacido. Yo he escogido para que la escuchen una versión casi acariciadora de Dolly Parton.
Para ser sincero, no se me ocurre anuncio más oportuno, necesario y bello. Porque no se trata sólo de una canción alegre sino de una manifestación serena de esperanza. El mundo puede yacer en una situación deplorable. Las perspectivas pueden dibujarse desalentadoras. El panorama puede resultar deprimente. Pero aquel que conoce a Jesús no debe dejarse anegar por esa situación. Por el contrario, tiene que sentir que más que nunca su deber es subirse a la montaña más alta y gritar que todavía queda esperanza y futuro por que el mesías ya vino. Así es para todo el que decida aceptarlo semejante regalo con fe. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí está Dolly Parton
Hoy César Vidal entrevistará al Coronel Pedro Baños. Coronel del Ejército de Tierra en la reserva especialista en geoestrategia, defensa, seguridad, terrorismo yihadista e inteligencia.
Las noticias del día con César Vidal y María Jesús Alfaya.
El editorial de César Vidal.
Programa completo de La Voz de César Vidal publicado el viernes 21 de septiembre de 2018.
El relato de Mateo no concluye con la pregunta de Jesús ni la confesión de Pedro sino que se prolonga de una manera esencial. A Pedro le había revelado el Padre quién era Jesús, éste había señalado cómo la iglesia se iba a levantar sobre la Roca-Piedra que era él y que Pedro predicaría hasta el final de su vida, pero no todo terminaba ahí sino que había que señalar cuál era el contenido exacto de la palabra Mesías. Precisamente por eso, desde entonces Jesús enfatizó que iba a descender a Jerusalén, padecer, ser muerto y ser levantado al tercer día. Semejantes palabras provocaron una reacción contraria precisamente en la misma persona que lo había señalado como mesías en Cesarea de Filipo: Pedro. Igual que esos creyentes que gritan que son hijos de Dios y que creen que ser hijos de Dios implica vivir como príncipes y no asemejarse al carácter de Dios con un coste similar al que llevó a Cristo a la cruz, a Pedro lo que Jesús decía del mesías le horrorizaba. Es más (v. 22), tomó aparte a Jesús y le dijo que lo que estaba anunciando no podía suceder. Mesías, sí, pero no esa clase de mesías sufriente. Eso no.
Se podría pensar que a Pedro sólo le preocupaba el destino trágico de su maestro, pero la reacción de Jesús deja ver que había algo mucho más profundo. De hecho, Jesús equiparó la acción de Pedro a la del mismo Satanás y la razón era que su mira estaba puesta en las cosas de los hombres y no en las de Dios (v. 23). Para Jesús, la actitud de Pedro además de ser diabólica constituía un verdadero tropiezo en la vida cristiana. De manera semejante, el denominado evangelio de la prosperidad está dispuesta a abrazar a Cristo, pero sólo si Cristo se amolda a sus ansias de codicia, soberbia y orgullo. Precisamente por eso, las palabras de Jesús pronunciadas a continuación deberían ser recordadas en todas las iglesias que pretenden seguirlo de manera continua. Tras rechazar las ideas de Pedro como un tropiezo satánico, Jesús señala que el que quiera ir en pos de él, ha de negarse a si mismo, tomar su cruz y seguirlo. En otras palabras, la única manera de seguir a Jesús es seguirlo incluso aunque eso implique una muerte vergonzosa. El lenguaje popular católico ha terminado por identificar la cruz con situaciones como soportar a la suegra, conformarse con la desgracia o circunstancias parecidas. Sin negar lo molesto que pueda resultar un entorno así Jesús habla de algo mucho más serio y profunda al referirse a tomar la cruz. Su pregunta, en realidad, es: ¿estás dispuesto a seguirme aunque eso implique verte expuesto a las burlas de los demás, a su rechazo, a su condena e incluso a una muerte horrible? El que se niega a si mismo de esa manera puede seguir a Jesús. De hecho, es el único que lo sigue.
Naturalmente, no serán pocos los que dirán que, en esas condiciones, Jesús no es una buena oferta. Un Dios que te paga la casa, el automóvil y las vacaciones es interesante. Un Mesías que bendice tu política, tu negocio y tu vida social es interesante. Un Señor que cubre tus facturas, tus tarjetas de crédito y tu endeudamiento es interesante. Sin embargo, un mesías que pretende que lo sigas hasta las últimas consecuencias, pues como que no porque implica desperdiciar esta buena vida.
Jesús señala entonces que los que piensa así no se han enterado en absoluto de la realidad de la vida. El que desee salvar su existencia basándola en valores que no son los del mesías simplemente la perderá mientras que, por el contrario, los que parezcan perderla porque han renunciado a tantas cosas por seguir a Jesús… ah, esos la habrán ganado (16: 25). De hecho, basta formularse una pregunta para darse cuenta de ello: ¿de qué le sirve a cualquiera ganar todo el mundo si pierde su alma? (16: 26). Recuerdo que yo utilicé este versículo en un editorial de La linterna cuando en julio de 2007 falleció Jesús Polanco, el poderoso factótum del Grupo Prisa. Durante décadas, su control de los medios en España – y no sólo de los medios – fue inmenso. Alguno de mis compañeros de la radio estaba verdaderamente obsesionado con él. Sin embargo, un día murió y aunque hubiera dado toda su fortuna y su poder para salvar su alma de nada le habría valido (v. 26). Por supuesto, el análisis no se limita a los poderosos sino que incluye hasta al más pobre de los seres humanos.
Lo cierto es que el Señor volverá un día en la gloria del Padre (16: 27) y entonces dará a cada uno el fruto de sus acciones. En esa ocasión, podremos contemplar cuán justificado estaba el reproche de Jesús al decir a Pedro que su pensamiento, afianzado en los hombres, pero no en Dios, era no sólo un tropiezo sino incluso una conducta diabólica. No menos satánica, desde luego, que la de aquellos que, a lo largo de los siglos, han ido presentando a un Dios que da a cambio de dinero en lugar de un Padre a cuyo Hijo hay que seguir porque es la única manera de dar sentido a esta existencia y de contar con la siguiente ya que es la piedra desechada, según las profecías, pero también la piedra de salvación.
El capítulo concluye con una referencia enigmática (v. 28) en el sentido de que habría gente que, en vida, contemplaría la venida del Reino, pero sobre eso hablaremos en la próxima entrega.
Las recomendaciones literarias de Sagrario Fernández-Prieto.