Los datos son sólidos como el peñón de Gibraltar que diría un británico. Si España mantiene su sistema productivo se quedará en la cola de la OCDE durante los próximos sesenta años. Sí, han leído bien. Seis décadas de ser el farolillo rojo si no se cambia la estructura de producción nacional. En otras palabras, la escasez, la precariedad e incluso la pobreza no tendrán su final en el período de vida de los que ahora trabajan ni de sus hijos y con un poco de mala suerte tampoco de sus nietos. Entendámonos. No se trata de una situación inevitable como si un juicio divino fuera. Se trata, por el contrario, de las consecuencias de los actos de distintos segmentos políticos, económicos y sociales. Si España sigue siendo un país rezumante de funcionarios incrustados en el sistema autonómico actual, habrá sesenta años de pobreza. Si España mantiene un sistema impositivo depredador cuya finalidad fundamental es mantener en pie un armazón estatal costoso e inoperante, habrá sesenta años de pobreza. Si España sigue gastando sin ton ni son en lo que se denomina neciamente solidaridad o causas sociales, pero que, como el feminismo y la ideología de género, sólo pretende mantener castas privilegiadas, habrá sesenta años de pobreza. Si España sigue privilegiando presupuestariamente a Cataluña y consintiendo en un latrocinio legalizado como el concierto vasco, habrá sesenta años de pobreza. Si el modelo inmigratorio consiste no en seleccionar a los que vienen a trabajar a España sino en recibir a un ejército de reserva del proletariado que permite mantener los salarios bajos para los españoles y que se sostiene con las subvenciones arrancadas de los bolsillos de los contribuyentes, habrá sesenta años de pobreza. Si los beneficios económicos derivan sobre todo no de la libre competencia y de la superación sino de la cercanía con los que toman decisiones políticas, habrá sesenta años de pobreza. Si la respuesta a cualquier innovación en lugar de asumirla es cortar los calles como los taxistas hacen contra Uber, habrá sesenta años de pobreza. Si por ingresos que en otros países se consideran populares, en España la Agencia tributaria arrambla con más del cincuenta por ciento, habrá sesenta años de pobreza. A tiempo estamos todavía, pero con la salvaje deuda pública que dejó Montoro no queda mucho. Desde luego, no para perderlo desenterrando a un dictador que murió hace décadas.